lunes, 30 de mayo de 2011

Delito de amar

Jamás había hablado con una mujer delincuente; con una asesina de verdad. Maribel lo era, y por aquellos asuntos laborales, que a veces son inexplicables jugadas del destino, yo estaba allí frente a ella, escuchando sus relatos, sufriendo sus historias. Quizás por eso, aquellas conversaciones me tuvieron en tensión permanente. Temor, curiosidad, miedo y sorpresa; lo sentí todo. No sé cómo, sin darme cuenta, pasaron cinco meses escuchándola. Su vida había sido una verdadera vergüenza social. Cuando ella terminó de hablar, yo empecé a sentir. Desde entonces, no hago otra cosa que cometer el delito de amar.

viernes, 27 de mayo de 2011

Síndrome del pulsador

Sebastián estaba ensimismado con su nuevo Black Berry. Visualizaba videos, escuchaba sonidos, enviaba mensajes, recibía correos e imponía nuevas marcas en sus variados juegos. Entró al mundo de la tecnología gracias a ese regalo de su novia Sofía, con quien se casaría en 10 meses. Metido en una nueva vida virtual perdió la noción del tiempo. Sin darse cuenta, dejó de hablar, perdió la sonrisa, no volvió a salir y comenzó a padecer el síndrome del pulsador. Cinco años después, se desconectó. Salió de su adicción.  Sofía había desaparecido y el mundo real había cambiado a una tecnología más amigable. 

martes, 24 de mayo de 2011

Por deporte

Felipe tenía el cabello largo y los ideales cortos. Esa mañana, cuando despertó, llovía torrencialmente. Se levantó, se asomó a la ventana y sintió unas extrañas ganas de trotar bajo la lluvia. Salió a la calle con espíritu de atleta, pero a medida que fueron pasando las horas, sintió angustia existencial. Su respiración y su ritmo cardiaco se acompasaron con cada paso que daba. Horas más tarde, el planeta giraba al mismo ritmo de los pasos de Felipe. Después de 14 días entendió que si se detenía el mundo se detendría con él. Desde entonces no ha dejado de llover.   

jueves, 19 de mayo de 2011

La imagen del espejo

Teresa era una mujer soltera, joven, atractiva y sin dificultades económicas; pero su vida era vacía, amarga y triste. Sus ojos y su rostro ocultaban un drama interno generado por un espejo. Era una mujer inconforme consigo misma, como casi todas en el mundo; pero siempre estuvo convencida de que su drama era único y especial. Quizás por ello, intentó salir de aquella piscina de llanto en la que se ahogaba y prefirió undirse en un mundo virtual que ella misma construyó para que aquel espejo no le devolviera una imagen que nunca aceptó: la de una mujer feliz con una soga al cuello.

domingo, 15 de mayo de 2011

Amor de llamada

Eran las cuatro de la tarde de un viernes que marcaba una nueva época. Eliécer Jaramillo había salido de su casa diez minutos antes con la idea de llegar temprano a la vieja sala de redacción; había tomado la carrera 70 hasta la calle San Juan y mientras conducía lentamente intentaba negar con los movimientos de sus manos la ansiedad que reflejaba su mirada. A las cuatro en punto, como si se tratara de una cita previamente acordada, sonó el celular.  Eliécer contestó y en cuestión de dos o tres preguntas descubrió que se trataba de un número equivocado. Ninguno de los dos quiso colgar. Ocho días después, Eliécer y María comenzaron una época rara de felicidad y angustia, de mucho sexo y pasión, y de un sentimiento que se terminó seis meses después, justo por una llamada al celular.

viernes, 13 de mayo de 2011

Sombra y rayo

No fue su físico sino su química; es decir, que el efecto no lo causaron sus formas sino su esencia. A veces pasa. Eugenia abrió una hendija por la que entró un fuerte rayo de luz. Desde aquella noche, a causa de un corto saludo suyo en el que se filtró una pequeña confesión, Ricardo la imaginó en silencio muchas veces y la quiso alcanzar. Hoy, Ricardo reconoce que ella siempre fue una oscura sombra en la que nunca imaginó descubrir tantos sentidos, pero que desde aquella tarde en la que pudo leer su esencia entre las líneas de su corto saludo, todo cambió. Han pasado varias noches y aunque su aroma impregna a Ricardo totalmente y él hace de todo por llegar a ella, cada vez se convence más de que Eugenia ya no es una sombra, sino un rayo inalcanzable.

martes, 10 de mayo de 2011

Miradas

La mirada duró menos que el suspiro; el ejemplo perfecto para aquello que el profesor Vásquez denominó con maestría "una mirada flecha". Fueron escasos dos segundos en los que literalmente el tiempo se detuvo. Paula en el Metro, y Andrés  en la estación. Se miraron con señales de pasión y de lujuria.  Andrés alcanzó a identificar una huella de angustia en los ojos azules de aquella mujer que detrás del vidrio le miraba a la espera de una señal, que en 20 años nunca había llegado. Los ojos de Andrés se tornaron neutros y escondieron con magia el sufrimiento que querían expresar. Cuando el Metro salió para la siguiente estación, ya no hubo ojos, sólo lágrimas y recuerdos. Un extraño gozo se sintió en los pasillos y Andrés desapareció para siempre.  

domingo, 8 de mayo de 2011

Aeropuerto

A las 11 y 17 de la noche pregunté por última vez. "No es problema nuestro, señor, ya le dije que el aeropuerto de su destino estuvo cerrado toda la tarde y eso retrasó todos los vuelos", indicó la auxiliar de tierra, mientras corregía algo en su peinado. "En unos 40 minutos estaremos llamando a bordo", agregó. Mi cita con el destino era a las 8:00. Ya tenía tres horas de retraso y con lo del vuelo serían casi cinco. Ese tipo de cosas no suelen ocurrir porque sí, las coincidencias son encuentros del destino previamente establecidos. En ese instante tomé una decisión pragmática: el destino tendrá que esperar.  

jueves, 5 de mayo de 2011

Frío

El frío  era terrible. Eran las 2:30 de la mañana y Maritza seguía congelada en su cama con el control remoto en la mano, dándole vueltas a los canales de su televisor. Fue a la cocina, se preparó una aromática y de paso para la cama, sacó una cobija más del armario.  A las 4:00, decidió  tomarse un brandy, que calentó su espíritu pero no su cuerpo. Aquella noche la pasó en vela, entre ansiosa y angustiada, esperando el calor de un amante que nunca llegó.

martes, 3 de mayo de 2011

Soledad

Enrique era ingeniero civil, tenía una especialización en puentes, vivía con su familia, tenía un trabajo estable, una casa grande, un carro y una soledad terrible. Su vida con Andrea y con sus tres hijos había caído en una monotonía absoluta.  Su vida se iba entre los trabajos de planeación en una firma contratista, los sobornos a los mandatarios de turno para ganarse las licitaciones y el acto sexual cotidiano con su esposa. Una noche, cuando salía de su oficina, conoció a Vanessa, una secretaria que trabajaba en una oficina del quinto piso. Desde entonces, su rutina cambió. Ya no soborna, no planea y no hace el acto sexual con Andrea sino con Vanessa. En el fondo, Enrique se siente igual de solo, porque sabe que su nueva vida  también es rutinaria.