sábado, 31 de agosto de 2019

Invierno en la calle

El agua cubría la calle. Salimos del hotel en el auto de Luisa. Aunque puso las plumillas en la velocidad más alta se veía muy poco. Caía granizo. Tomamos la avenida principal para buscar la salida hacia la capital. La calle estaba vacía, sin vida. Se percibía un silencio triste. Lo único que se movía afuera eran las copas del los árboles, mecidas por un ventarrón. Llegamos al semáforo de la carrera 15. Cambió a verde, como si nos esperara. 

El frío nos había contagiado y ninguno de los dos se animaba a hablar. Presentí que a pesar del silencio ella estaba de buen humor, como si intuyera que algo agradable podría ocurrir. Me miró y sus ojos brillaron. Sentí que quería decirme algo, pero le advertí que ya lo habíamos dicho todo. "Venimos de un aguacero de emociones y ya empezó a escampar", le dije. "En invierno solo escampa para cargar nuevamente las nubes", replicó. Justo en ese momento, perdió el control de auto. 

jueves, 29 de agosto de 2019

Fin de un mundo

No dijo nada, solamente dibujó en sus labios una sonrisa. Sacó las llaves del bolso, se subió al asiento del conductor, encendió el vehículo y se fue. Desde afuera, únicamente se veían unos vidrios empañados. Hacía mucho frío. Eran las 11 de la noche. En abril siempre llueve. El carro se fue yendo lentamente hasta que giró en la esquina de la farmacia. Unos segundos después, en el ambiente aún quedaba el humo del vehículo. Después, el silencio se apoderó de todo. La espalda de Jorge se estremeció, hizo un gesto de esos que él llamaba "patéticos" y le dio una vuelta a la manzana para volver a la puerta del edificio. 

Entró al apartamento y volvió a estremecerse, esta vez por el frío. Se sintió mezquino. Encendió el televisor en un canal de cualquier cosa, se tiró en el mueble y prestó atención a las noticias. Guerras, incendios, secuestros y crisis económicas. El mundo se se estaba acabando. El suyo también.   

martes, 27 de agosto de 2019

Un viernes en la mesa del rincón

Carolina terminó su último trago de cerveza justo cuando el disco de Mariah Carey llegó a su final. Ambos entendieron que era hora de regresar. Estaban a casi dos horas de la ciudad y la noche empezaba a caer. Cuando se despidieron, Julián le prometió que la llamaría el viernes. Nunca lo hizo. 

Carolina lo volvió a ver dos años después, en un restaurante de la zona rosa. Julián estaba cenando con Mary, la compañera de trabajo de Julián de la que ella siempre tuvo celos y de la que Julián siempre decía que era demasiado gruñona con él. Estaban en la mesa del rincón. Le causó mucha gracia ver que se dieron un beso apasionado, antes de que ella pagara la cuenta. Era viernes. 

martes, 20 de agosto de 2019

Estruendo de cubiertos

María Camila le dio un solo sorbo al vino. Se sentía sofocada. Miró a los lados y descubrió que el restaurante estaba lleno. Guardó silencio. Pensó que el ruido que hacían los comensales con los cubiertos le incomodaba más que las últimas palabras que había dicho Felipe. Hacía frío. Pasaron tres horas. Ninguno de los dos se atrevía a descongelar un silencio plano que se apoderó de la mesa. La conversación entre ambos había salido mal, pero a ella la comida le había caído bien. "Voy al baño", dijo, después de casi tres horas. Se paró de la mesa y salió. Mientras esperaba, Felipe dejó caer accidentalmente la cuchara que había reservado para el postre. El estruendo fue tal que alcanzó a retumbar en la cabeza de Maria Camila, ya metida en un taxi rumbo al aeropuerto. 

sábado, 17 de agosto de 2019

Invierno afuera del consultorio

Llevaba dos horas en el mismo consultorio de los últimos ocho meses. Salió para tomar aire y se encontró con el invierno. En los carros, los parabrisas funcionaban a tope. En la gente, los paraguas escaseaban. Era el primer aguacero que le tocaba después de tantas sesiones con el siquiatra. Salió corriendo hacia el parque. Luego, ya emparamado, tomó la ruta hacia la estación del metro. Después, hacia ninguna parte. Tenía la sensación de que todo ese tiempo donde el doctor había sido para hablar de Andrea y no de él. Estaba irritado. No paró de correr hasta que cayó la noche. Llevaba 32 miércoles visitando a un especialista que lo único que hacía era escucharlo. Y ya llevaba 6 horas corriendo. Estaba perdido y estaba furioso. No se puede hablar tanto tiempo de una mujer que solo habita en la mente. 

sábado, 10 de agosto de 2019

Mentiras en el parque

Los parques están llenos de falsedades: la señora que finge cuidar a su niño mientras se ocupa de cosas banales en el celular, los chicos que simulan hacer deporte mientras arman sus baretos para darse un vuelo, los enamorados que  se dicen palabras lindas para ocultar sus deseos desenfrenados y las palomas que se muestran dóciles y tiernas mientras cagan todo lo que sobrevuelan. Justo en el parque fue donde se conocieron Julián y Liz. Él le habló de su profesión de docente y ella de sus estudios avanzados en historia. Él, del encanto por los perros. Ella, de su pasión por los aeróbicos. Hablaron de fútbol, de las hamburguesas, del rock y de lo mucho que les gustaba ir al parque al final de la tarde. Bastaron tres encuentros para  descubrir que estaban hechos el uno para el otro. Necesitaron solo dos meses para descubrir que el mundo está lleno de mentiras, como los parques. 

jueves, 8 de agosto de 2019

Ataques de angustia

La zozobra le añadía a aquellos encuentros el descaro que a veces necesita el amor, pero esta vez todo tenía un aire especial. Era noviembre y llovía. La conversación no fluía más allá de algunas ideas cortas e inconexas. Las acostumbradas historias cargadas de detalles le dieron paso a pequeñas historias simples y sin decorado. Estaban sentados en el viejo bar.  En las mesas de los lados solo se veían pocillos de café vacíos y algunas migajas de cualquier pastel. 

Carlos sintió un dolor en el pecho que le recordó el diagnóstico cardíaco recibido hace apeas dos días. Lina lo miró fijo y sin preguntarle nada le sacó una respuesta: "ataques de angustia. Eso fue lo que me dijo el doctor. Es lo que tengo", balbuceó mientras sonreía.  

viernes, 2 de agosto de 2019

Amores oscuros

Se metió entre las cobijas y guardó el libro en un cajón del nochero. Pensaba que no verlo le permitiría alejarse de él y conciliar el sueño. Eran las 4 de la mañana. Cerró los ojos. En su mente apareció de inmediato el rostro de Adiela. Trató de retenerlo, pero el rostro se transformó en el de Andrea. Luego, ambas caras se sobreponían tratando de ser una misma. Recordó que con ambas había compartido poemas, cervezas y tardes de amor. Sintió felicidad y aflicción al mismo tiempo. Ambas emociones se sobreponían como la presencia en su mente de los dos rostros. Despertó abruptamente, asustado. Sacó el libro del nochero y retomó la página 118: "Los amores oscuros de la juventud".