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miércoles, 18 de septiembre de 2019

El celular y la botella

Felipe se dio una ducha, puso una botella de ron en la mesita de noche, se metió entre las cobijas, cogió el celular y marcó el número telefónico de Antonia. Contestó su hermana, Carolina. Le dijo que Antonia había salido temprano, que había dejado el celular y que no sabía a dónde fue ni a qué hora regresaba. Felipe le rogó que cuando volviera, le dijera que lo llamara, a cualquier hora. 

Se llenó la boca de ron, lo retuvo unos segundos y se lo tragó lentamente. Mientras el licor bajaba por su garganta, pensó en Antonia, en la discusión que tuvieron el viernes en la tarde, en los seis meses  que llevaban en problemas, en el disgusto que se le notaba a la familia de ella, en la mirada de ella, en los comentarios en la oficina. Cuando terminó de tragar toda la botella se quedó dormido. Lo despertó el sonido del teléfono. Sabía que era ella. Lo dejó sonar. Sabía que necesitaba otro trago para despertarse, pero la botella estaba vacía. 

martes, 20 de agosto de 2019

Estruendo de cubiertos

María Camila le dio un solo sorbo al vino. Se sentía sofocada. Miró a los lados y descubrió que el restaurante estaba lleno. Guardó silencio. Pensó que el ruido que hacían los comensales con los cubiertos le incomodaba más que las últimas palabras que había dicho Felipe. Hacía frío. Pasaron tres horas. Ninguno de los dos se atrevía a descongelar un silencio plano que se apoderó de la mesa. La conversación entre ambos había salido mal, pero a ella la comida le había caído bien. "Voy al baño", dijo, después de casi tres horas. Se paró de la mesa y salió. Mientras esperaba, Felipe dejó caer accidentalmente la cuchara que había reservado para el postre. El estruendo fue tal que alcanzó a retumbar en la cabeza de Maria Camila, ya metida en un taxi rumbo al aeropuerto.