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domingo, 20 de septiembre de 2015

El hombre del brandy

Entró al bar de siempre. Se sentó en el mismo sitio, al final de la barra, en la silla de madera. Aunque había mucha gente, por alguna extraña coincidencia, durante 12 largos años, la silla del rincón siempre estaba libre. No llovía, ni era época de invierno, pero como todos los viernes, repitió el ritual: descargó el paraguas, se quitó la chaqueta, pidió un brandy y se puso a tararear el mismo tema musical de los viernes a esa hora. Terminado el disco, el único que sonaba dos veces seguidas en aquel antro salsero, pagó en efectivo, tomó los billetes de la devuelta y dejó las monedas de propina. 

La chica que atendía la barra aquella noche era nueva y estaba en entrenamiento. No dijo nada, pero pensó en el hombre extraño del que le hablaban sus compañeras, el señor del paraguas que viene lo viernes y que cuando se va  deja su presencia. Dos horas más tarde le ocurrió lo que tanto le habían advertido: cada que miraba el rincón al final de la barra, tenía la incómoda sensación de que alguien levantaba la mano para pedir un brandy. 

jueves, 5 de mayo de 2011

Frío

El frío  era terrible. Eran las 2:30 de la mañana y Maritza seguía congelada en su cama con el control remoto en la mano, dándole vueltas a los canales de su televisor. Fue a la cocina, se preparó una aromática y de paso para la cama, sacó una cobija más del armario.  A las 4:00, decidió  tomarse un brandy, que calentó su espíritu pero no su cuerpo. Aquella noche la pasó en vela, entre ansiosa y angustiada, esperando el calor de un amante que nunca llegó.