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domingo, 1 de enero de 2017

Colapsó

En el despacho del director no cabían dos personas; al menos dos que pudieran considerarse "normales". Andy era muy alto, pero tenía una voz delgada, y sus lentes ocultaban la cobardía de quien respeta la autoridad solo por el cargo más no por el conocimiento, el tacto o el carisma de la persona que en ese momento lo increpaba por el error. El doctor López era dueño de un cuerpo voluminoso, una reputación de ogro y una petulancia fofa. Tanta, que la oficina se veía muy reducida para aquella reunión. 

"Seré breve", dijo el doctor López. Y prosiguió: "Este tipo de errores son los que llevan a una empresa al colapso. Voy a salir a almorzar y cuando regrese, no quiero verlo más por acá". 

Dos horas después, Andy, desde unos de los cerros tutelares de la ciudad, veía cómo la empresa se derrumbaba en pedazos sobre el carro del director, que venía ingresando justo en el momento de la explosión. López regresaba de almorzar pastas cargadas de espinaca. 

domingo, 9 de marzo de 2014

Ascensor

Pensé en devolverme, en pedir disculpas, retirar lo dicho y decirle que había sido un error mío escribir aquella carta. No lo hice. Sabía que en cuestión de segundos el ascensor se abriría y yo escaparía de aquella vieja oficina y de aquella rutina absurda en la que había perdido 16 años de mi vida. Las luces mostraban los números descendentes que se iluminaban y se apagan de forma consecutiva: 15, 14, 13... Una vez dejara "el maldito piso 6", como lo habíamos denominado, rompería por fin con esa particular marca del sistema esclavista que se conserva en los sistemas de producción postmodernos y que llamamos "jefe". Mantuve la vista en el panel luminoso. Cuando la luz marcó el número 7, avancé hacia adelante la pierna derecha, al mejor estilo del atleta que escucha concentrado la orden de "listos". 

Cuando la puerta se abrió, entré apresurado y con la vista en el techo. Con la misma incomodidad de todos los allí empaquetados, evitando mirar a los eventuales compañeros de aquel estrecho y eterno viaje. Adentro, un nuevo panel luminoso siguió la cuenta regresiva,: 4,3,2... Y luego unos números negativos. Llegué hasta sótano 7, el último, el más hondo. Era el final. Cuando se abrió la puerta, entendí que había caído demasiado bajo. 

martes, 21 de junio de 2011

la Jefe

Angélica siempre había estado ahí; pero había pasado inadvertida para Luis, que se ocupaba de otras miradas. La vida los puso cerca el día en que ella resultó siendo su jefe. Desde ese momento todo cambió, no propiamente por el rango de ella, sino porque él descubrió que ya no era una mujer prohibida.  Ahora Luis solo espera sus órdenes.