sábado, 23 de abril de 2016

Amor de ficción

El amor entre Diana y Julián se alimentaba de cuentos. Él, agente viajero que vivía entre aeropuertos y hoteles, le escribía ficciones en cada rincón del mundo en el que lo cogía la noche. Ella, destacada docente universitaria de física cuántica, imaginaba aquellas historias cada noche mientras miraba el mapamundi de su agenda y ubicaba su destino. Los cuentos de Julián estaban escritos a mano en hojas sueltas, en cuadernos sin ningún orden, al respaldo de volantes comerciales y en algunas servilletas. Él los escribía para Diana, pero ella le pidió que nunca se los enviara.  Imaginar sus textos, las situaciones que en ellos se planteaban y sus finales inesperados; incluso, imaginar a Julián escribiéndo para ella en un cualquier rincón del mundo era la forma que había escogido para alimentar a diario aquel amor de ficción. 

domingo, 3 de enero de 2016

la bibliotecaria y el lector

Seis horas después se levantó de la silla. Había terminado de leer la novela que la misma bibliotecaria, que no paró de mirarle toda la tarde, le había recomendado. Dejó el libro en la mesa y salió con un simple "gracias" en voz baja. Cuando se marchó, Bibiana simuló estar ocupada clasificando algunos libros nuevos y correspondió con un "con gusto" que sonó a susurro. Cinco minutos después, cuando hizo ronda para recoger los libros de las mesas, sin saber por qué, vio la novela abierta en la última página, la dejó allí, leyó la última línea y sintió un profundo alivio. "Porque los sentimientos tienen su lugar", decía. 

Desde aquella noche, cada que se sentaba a hacer sus oficios detrás del mostrador de la biblioteca alzaba la cabeza y miraba a la mesa con la impresión de que aquel lector que nunca volvió seguía allí sentado.