Aquella tarde, después de entender que le había hecho daño a la mujer que amaba, ya no supo qué hacer. Caminó, escribió, pensó, habló y balbuceó hasta darse cuenta que estaba completamente solo. Se encerró en un rincón de sí mismo. Allí descubrió que el llanto por perderla y la felicidad por haberla tenido habitan en el mismo espacio.
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