martes, 31 de marzo de 2020

La rutina

Como todas las noches de los últimos cuatro años, Martín comenzó su  ritual. Miró la lavadora, la nevera y el horno. Se detuvo en la colección de tarros de la alacena, los imanes con los teléfonos para los domicilios y un pequeño calendario con figuras de gatos. Apagó la luz, salió de la cocina y atravesó el pasillo a tientas, totalmente a oscuras. Entró a la habitación de los niños y los arropó lentamente mientras escuchaba el sonido de la lluvia  más allá de la ventana. Se tomó la pastilla y regresó a su dormitorio. Ana Lucía había cambiado de posición. Su cuerpo le daba la espalda. Se acostó junto a ella, la tomó por la cintura y le susurró algo al oído. Luego, apagó el televisor y cerró los ojos. Entró en un estado en el que se repetía el mismo sueño que lo agobiaba y lo perseguía todas las noches. Al otro día su mujer salió muy temprano y le dejó una nota en el escritorio de la biblioteca. Se iba porque sentía que todo se había vuelto una triste rutina. 

domingo, 29 de marzo de 2020

Amor tal

Ángel David llevaba 7 meses encerrado. Se acuarteló para escribir. Soñaba con terminar su primera novela y había decidido que la soledad fuera su única compañía. Su decisión le costó el enojo del amor de su vida. Escribía sin parar, sin comer, sin salir, sin revisar las redes sociales, sin llamar a nadie, sin dormir. Su novela de ficción se convirtió en su única realidad. Cuando comenzó el capítulo seis trató de recordar los rostros de Luciana y de Salomé, pero se le confundieron. Eran sus dos protagonistas. Al principio, sus caras se superponían. Después, trataba de recordar a la primera y le aparecía el rostro de la segunda. Se trocaban, se amalgamaban, se robaban espacio. Una habitaba en la otra. De ese punto en adelante, la historia se tornó confusa. En el capítulo final, Ángel quería que uno de sus dos personajes principales muriera. No pudo matar a ninguna, pues ya no sabía cual era cual. 

Esa noche, después de poner un punto final con cierre confuso, y tras enviarle el texto a su editor, quiso volver a la calle. Llamó a Sofía, su novia, para invitarla a una cerveza. No estaba. La habían matado los recuerdos de un amor cerrado abruptamente.  

miércoles, 18 de marzo de 2020

La angustia acogedora

La conversación no fluía. Había llegado abril con sus lluvias y la tarde comenzaba a caer. El viejo bar, frecuentado solo por ancianos que tomaban tinto, estaba lleno. Juan David y Mariana daban la sensación de ser los nietos angustiados de alguno de los presentes. Las frases de él no encontraban sentido. Las miradas de ella no tenían destinatario. Estaban incómodos. Divagaron, hablaron cosas sin sentido y estuvieron desorientados durante casi una botella de vino. Mariana guardó un respetuoso silencio que duró dos eternos minutos. Se puso de pie como pudo y le propuso a Juan que salieran del bar. Llovía mucho y corrieron hacia el carro de Juan. Los vidrios estaban empañados y ellos, mojados y felices. La angustia se convirtió en una sensación acogedora.  

miércoles, 4 de marzo de 2020

Noche de Preguntas

Valentina llegó apresurada. Como siempre, había llegado tarde. El café estaba lleno, pero la mesa del rincón, la que siempre ocupaban, estaba libre. Miró hacia los lados y se sentó a revisar el celular. Esta vez, extrañamente, Juan David no estaba. Su puntualidad era única. Desde el martes en la noche, él no le respondía los mensajes y las llamadas se iban al buzón. Ella llegó esperanzada, convencida de que a pesar de las discusión de aquella noche, la cita de los viernes en el café para escuchar al violinista era religiosa para Juan. 

Esperó y se desesperó. El violinista tocó sus 10 temas y se fue. Cuando empezaban a recoger las mesas para cerrar, Juan llegó ebrio y con media botella de vino tinto en la mano. Valentina estaba descompuesta y lo recibió con varias preguntas fuertes. La hora, el vino, su estado, los mensajes, las llamadas que no contestó. Fueron muchos los interrogantes. Juan le dio un beso apasionado en la boca y se marchó. Ella pasó la  noche en vela pensando que los besos nunca son respuestas.