domingo, 28 de junio de 2020

El reportaje del domingo

Lo asombró su belleza. La había imaginado muy diferente cuando lo contactó para la entrevista. La única referencia que tenía de ella era su columna semanal, en la que hacía críticas constantes y agudas a las nuevas tendencias. La cita era en un restaurante lujoso, escogido por el área de relaciones públicas del periódico solo por los buenos ambientes que ofrecía para las fotografías. Ambos llegaron vestidos para la ocasión: ella con un vestido azul rey, largo, con el cabello recogido y un escote inminente; él con un traje gris, corbata de pala angosta y zapatillas bien lustradas. Sandra llevaba solo tres años en el área de entretenimiento del periódico y no gozaba de mucho reconocimiento. Felipe cumplió 15 como el cantante más reconocido en el género de pop. En la mesa había una botella de Gato Negro, cortesía de la casa. Al fondo, un violinista solitario llenaba el ambiente con notas clásicas. 

-Lástima que todo lo haya cuadrado el periódico. Se anticipó a decir ella para evitar un saludo protocolario. Esta cita, señor López, responde más a mi interés personal por conocerlo que a una tarea periodística, que cualquiera de mis compañeras pudo hacer. 

Sorprendido por la sinceridad y por el sentimiento de admiración de la periodista, fascinado por su belleza física y asombrado porque ella tomó la iniciativa, Felipe pensó muy bien sus palabras de respuesta. Nunca le había sido fácil pensar y sonreír para la cámara del fotógrafo al mismo tiempo.   

- Sandra Milena,, Sandra Milena... un buen nombre compuesto. Sandra, de origen latino, derivado de Alessandra, la protectora. Y Milena, de origen eslavo, que significa la ilustre. Una ilustre protectora... y pausó su voz mientras los ojos se le fueron directo al escote. 

Rieron y bebieron el primer vino. Hablaron casi dos horas antes de pedir la comida y hasta que el fotógrafo se fue. Después, solo hubo tiempo para ocho tragos más, para dejar la mitad de la comida y para mirarse con una simpatía con visos de pasión. Eran las 11 de la noche cuando salieron. El reportaje del domingo ya estaba escrito. 

sábado, 20 de junio de 2020

Una llamada de control

Luciana se metió a la ducha todavía amodorrada por el breve sueño que se permitió en el sofá después de llegar del trabajo. Abrió la llave del agua caliente y cuando mojó las primeras partes de su cuerpo se dio cuenta de que tenía puesta la camiseta. No le importó. La noche era joven para preocuparse por insignificancias, pensó. Cuando salió, el frío que hacía en la ciudad se coló por una ventana medio abierta y le provocó un escalofrío momentáneo. En ese momento le entró una llamada de Said. 

Se quitó la camisa emparamada, se sentó en el borde de la cama y se envolvió en una toalla mientras miraba quién le estaba marcando. Se desilusionó, pero contestó. Al otro lado de la ciudad, en una bucólica y vetusta oficina de siquiatra, con la corbata a media asta, las mangas de la camisa remangadas y la cara de quien había trabajado en un caso complicado todo el día estaba él, su médico y confidente, al que a pesar de la insistencia ella nunca le permitió otra categoría. 

- "¿Qué quiere ahora el rey de las llamadas en momentos inapropiados?", preguntó Luciana sin siquiera saludar. 
- "Nada importante, como siempre. Sólo saber ¿por qué dejaste la ventana abierta? y ¿por qué te bañaste con la camiseta puesta?", replicó él. 

Luciana no dijo nada. Colgó y estalló en llanto. La descomponía totalmente que Said quisiera controlarle la vida. 

lunes, 15 de junio de 2020

la imagen del altar

Dieron por terminada la clase, aduciendo que la profesora estaba indispuesta. Salieron caminando rápido y se subieron al carro de Juan Pablo, que siempre parqueaba dos cuadras arriba de la universidad para evitar rumores y trancones. Ella metió su bolso debajo de la silla, como lo hacía siempre desde el día que se lo arrebataron desde una moto ante la mirada cómplice del taxista. Él cambió el protocolo del aula por la habitual informalidad del trato que usaban cuando estaban solos. "Ponte el cinturón, Vero, y guárdame diez minutos el beso que se te nota", le dijo Juan, mientras miraba a ambos lados de la vía.  En la acera de la izquierda, en una mesa de uno de los bares del sector, estaba sentado Julián, solitario como siempre, y con una cerveza en la mano. Ese día había cancelado la materia por faltas. 

El apartamento al que fueron era oscuro, con poca decoración, con una especie de altar sin santo en el pequeño patio de dos metros cuadrados que servía de aireador. Estaba ubicado en una calle amplia, cerca al centro y desierta a esa hora de la mañana. Ella se entregó a los juegos del placer mientras él reparaba de manera consciente los detalles del lugar. Al final, los dos jadearon y se dedicaron a fumar. luego vino un eterno silencio de doce minutos. Ella no quería desnudarle su alma con palabras. Él no quería interrumpir el efecto de sedación que le causaba el sexo. "Me voy en un taxi", dijo ella mientras se apuró a vestirse. "Tengo mucho que calificar, y creo que se rajó más de uno, y no hablo propiamente de Julián", agregó mientras cerraba la puerta. Juan se quedó un rato más tratando de adivinar cuál sería la imagen que había ocupado aquel altar. 
   

martes, 9 de junio de 2020

Un brindis académico

A Pamela le pasaba algo particular con las fiestas: se entusiasmaba demasiado cuando la invitaban, pero estando en ellas le entraba un desgano total. Era una constante desde las fiestas de quinces de sus amigas. Ya bordeaba los 53 años de edad. Su última relación seria había terminado hace nueve. Vivía sola en una pequeña finca a cuarenta minutos de la ciudad. Su única compañía eran sus gatos. Sentía que el tiempo y la soledad le pasaban sendas facturas que no tenía como pagar. La reunión de la Facultad esa noche no era la más adecuada para sacarla de sus preocupaciones. 

Cuando llegó, la cena estaba servida y y el decano ya había hablado. El encuentro era formal. Su traje negro y su escote en la pierna no pasaron desapercibidos. Su llegada tarde tampoco. Se sentó en una mesa junto a la ventana en la que solo se escuchaban lugares comunes. Elogios excesivos a una gestión que ella no compartía. A algunos profesores se les notaban los cuatro tragos que ya habían repartido. Intentó comer, pero la interrumpió el sonido de un violín con un remoto vals que la transportó a sus años de adolescencia. 

Dejó la cena, se inspiró en la música, y tomó una de las copas que sobrevivió de las rondas anteriores. Sintió un extraño calor en el pecho. Se fue al lado del violinista y lo interrumpió con sutileza. "Brindo por los que llegan tarde para evitar las farsas, por los que interrumpen la música que muchos no valoran y por los que se van temprano para quedar de tema", dijo. Se ruborizó un poco, pero salió despacio. En la finca la esperaban sus tres gatos que ronroneaban como nunca. 

martes, 2 de junio de 2020

Incomprensiblemente fantástica

Alina sintió que se mudaba al pasado de su propia historia. El frío de junio era terrible. Los recuerdos también. De alguna manera, sintió que en su vida se había roto el hilo del tiempo. Sentía que por alguna deuda pendiente que ya no quería recordar había regresado al 2 de junio de 9 años atrás. Se sentía bien, aunque lo que veía a su alrededor parecía irreal. En un sillón, sin percatarse de su presencia, leyendo, Luciano parecía esperarla con una impaciencia inusual en él. Se acercó, lo miró a los ojos y le susurró su nombre al oído. La impaciencia de él hizo que su voz se esfumara. 

La imagen la hizo sentirse desolada. Tenía al frente la misma puerta que tantas veces quiso abrir, pero que nunca pudo. Una vez más sintió que aunque lo intentara no iba a descifrar la clave. Habían pasado nueve años y solo esta regresión le permitió entender que ella nunca tuvo nada firme de qué aferrarse. Ver nuevamente el viejo apartamento, los libros regados en el piso, el gato durmiendo en un estante y al hombre que nunca la supo escuchar le generó sentimientos nuevos. No halló palabras para nombrarlos. Cerró los ojos unos segundos para respirar tranquila. Cuando los abrió vio que su presente era tan incierto como su pasado. Los dos tiempos se habían unido. La vida, pensó Alina, es incomprensiblemente fantástica.