martes, 2 de junio de 2020

Incomprensiblemente fantástica

Alina sintió que se mudaba al pasado de su propia historia. El frío de junio era terrible. Los recuerdos también. De alguna manera, sintió que en su vida se había roto el hilo del tiempo. Sentía que por alguna deuda pendiente que ya no quería recordar había regresado al 2 de junio de 9 años atrás. Se sentía bien, aunque lo que veía a su alrededor parecía irreal. En un sillón, sin percatarse de su presencia, leyendo, Luciano parecía esperarla con una impaciencia inusual en él. Se acercó, lo miró a los ojos y le susurró su nombre al oído. La impaciencia de él hizo que su voz se esfumara. 

La imagen la hizo sentirse desolada. Tenía al frente la misma puerta que tantas veces quiso abrir, pero que nunca pudo. Una vez más sintió que aunque lo intentara no iba a descifrar la clave. Habían pasado nueve años y solo esta regresión le permitió entender que ella nunca tuvo nada firme de qué aferrarse. Ver nuevamente el viejo apartamento, los libros regados en el piso, el gato durmiendo en un estante y al hombre que nunca la supo escuchar le generó sentimientos nuevos. No halló palabras para nombrarlos. Cerró los ojos unos segundos para respirar tranquila. Cuando los abrió vio que su presente era tan incierto como su pasado. Los dos tiempos se habían unido. La vida, pensó Alina, es incomprensiblemente fantástica. 


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