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miércoles, 13 de enero de 2021

La dueña de los libros

 Entró al bar, eligió la última silla de la barra, se sentó, se quitó la chaqueta, templó la voz, le pidió una Corona a Luis, sacó un libro de la mochila y se dispuso a leer. "Pasado perfecto" de Leonardo Padura, una novela negra que le había regalado Lucía. Pasó una hora y apenas logró darle dos sorbos a la cerveza. Estaba inmerso en el texto. Luis le trajo unas crispetas, las descargó sutilmente, y con cierta timidez le interrumpió la lectura para preguntarle si quería otro trago. "Cualquier ron. Solo con hielo. Es hora de cambiar", dijo Giovanni, sin quitar la mirada del texto. Era su quinta visita al bar en dos semanas, el tercer libro que Luis le veía,  y la primera vez que pedía un segundo trago en la noche.  

El resto de la historia ya lo conocían en el bar. Leyó otros 50 minutos, miró el reloj dos o tres veces, se levantó de la silla, cerró el libro, lo metió a la mochila, se puso la chaqueta, se tomó el ron de un solo envión y pagó la cuenta con un billete de 50.000. Como de costumbre, con un gesto sutil de la mano le indicó a Luis que dejara la devuelta de propina. Esta vez fue mucho menos, por el valor del ron. "Hoy tampoco fue el día. Ya son las 9:00 y hoy tampoco vendrá", dijo antes de salir.  Cuando se marchó, Luis se metió de lleno en su trabajo, sin dejar de mirar a ratos la última silla de la barra. Tenía la sensación de que alguien seguía allí leyendo toda la noche, esperando a la dueña de los libros... que nunca vendrá.   

lunes, 28 de marzo de 2011

De paseo

Julián se levantó temprano a preparar la maleta. Esa tarde haría otro viaje. Empacó su portátil, el libro de Joyce que leía para el curso de Literatura, un radio pequeño, dos lapiceros y el porro. Llegó a la universidad y de inmediato se fue a su rincón. El viaje fue corto pero intenso. Cuando regresó, la maleta no estaba.