viernes, 5 de abril de 2024

Santa Bárbara bendita

Como solía hacerlo cuando su estado de ánimo decaía, aquella tarde de viernes Ángel tomó su vehículo y partió sin un destino determinado. Por la autopista Sur llegó hasta la variante de Caldas, siguió hacia el Alto de Minas y cuando bajaba hacia La Pintada decidió entrar a Santa Bárbara. Dejó el carro junto a la iglesia y se dedicó a recorrer los rincones del pueblo en busca de las mejores panorámicas. En los pueblos, pensó mientras miraba hacia el cañón del Río Cauca, uno deja de ser uno mismo, se convierte en un desconocido y eso le da cierta libertad para no ser responsable de todas sus acciones. 

Habló con algunos lugareños, tomó varias fotos, compró unos dulces y se dirigió por la carrera Bolívar hasta "La Sala del Zar", un pequeño bar en el que comenzó todo, como la mayoría de las historias oscuras de aquel pintoresco pueblo. 

Ya se había tomado tres aguardientes cuando vio entrar por la puerta a Zain Romero, un colega escritor con el que casualmente había compartido panel cuatro veces en los festivales literarios de Jericó. Con la ayuda del licor habían alegrado varios encuentros, que transformaron rápidamente de tertulia a fiesta y de fiesta a bacanal. Zain estaba de paso en el pueblo, rumbo a La Pintada, a pasar el fin de semana con Dayra, su amante, que lo esperaba en una finca. Tres aguardientes después, Zain lo había convencido de que fuera con él. 

Ángel dejó su carro en el pueblo y se montó en el de su amigo, que serpenteó raudo por la carretera mientras bajó por la cordillera. El viaje se le hizo eterno. Cuando pasaron por Farallones, ya se habían consumido casi una botella y Zain le había contado todos los detalles de su trágica vida sentimental con su esposa y de sus aventuras con su amante. A Ángel la cabeza le daba vueltas, producto de la combinación de licor, historias y carretera. En una de tantas curvas, prefirió dejarse vencer por el sueño y por la borrachera, mientras Zain seguía conduciendo como un loco y contándole sus historias. 

Lo despertaron los cantos de los pájaros y las caricias de Dayra. Ángel no se hallaba. Miró a su alrededor para ubicarse: estaba en un segundo piso, desnudo, todavía borracho, en una cama matrimonial, en una habitación con balcón, con una mesita en la que estaban sus dos novelas preferidas, una jarra de agua, zanahoria picada y una botella de aguardiente. Había luz de día y a su lado, también desnuda y borracha, y excesivamente cariñosa, estaba la amante de su amigo Zain. 

Se levantó desconcertado. Como pudo, se envolvió en una toalla, abrió la ventana y miró hacia abajo buscando alguna referencia. Había una piscina gigante y a su lado un letrero en un retablo gigante que decía "Hotel Santa Bárbara Bendita". En el agua estaba Zain, abrazado tiernamente con su esposa y acompañado de sus dos hijas. Desde allí su amigo lo saludó efusivo con una frase que Ángel utilizaría después para titular uno de sus cuentos: "¿Cómo están el ángel y la santa?".  

1 comentario:

  1. Como iban a estar Dios mio Bendito , mejor Sabta Barbara bendita , que Angel ... que Santa .... buenísimo papá, y leer de la tierra natal de mi Madre sin que me encantó papá. Un abrazo 🤗. 🤗

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