La hora preferida de Gerardo era la noche, porque en ella se planteaba todas las preguntas. En el día, los interrogantes desaparecían y para él eran horas de tedio. Gerardo era un hombre como todos, lleno de dudas e incertidumbres, pero a diferencia de los demás, la luz solar le llenaba la cabeza de oscuridades. Una noche, a comienzos del año, se le fueron totalmente las luces.
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