Nunca entendió por qué sus amigos de juventud le decían que era un hombre cuadriculado. Según él, era una fama mal ganada por quienes estudiaban ciencias duras. Desde niño le disgustaba el desorden, lo enumeraba todo, no aceptaba consejos, se hacía chequeos médicos cada seis meses, se aferraba a su forma de pensar y seguía una dieta rigurosa. Programó toda su vida y cumplió con su plan. Desde joven tenía claro a qué edad graduarse, en qué se especializaría, qué estudiar, a los cuántos años debía casarse, cuántos hijos tener y a qué edad jubilarse. Todo le salió de acuerdo con el plan. Hoy, en su cumpleaños, al llegar a los 70 septiembres, no quiere celebrar. Siente que algo le quedó fuera de control, y no sabe qué es.
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