El péndulo se movía en todas las direcciones. Yo sabía que en una de ellas se trazaba mi destino. Mientras la pitonisa advertía que había perdido mi atención en sus palabras, yo esculcaba en mi memoria los vagos recuerdos de la novela de Eco que nunca terminé de leer y evocaba las clases de Física 2 de mis épocas de estudiante de ingeniería. El péndulo oscilaba al mismo tiempo, a la misma velocidad y en las mismas direcciones que las imágenes mentales que llegaban en mi ayuda. Pasaron varias horas y mi mente paseó por muchos escenarios. La mujer aquella siguió hablando pero su voz se perdió en un tercer plano en el que se hizo imperceptible. Solo un grito lanzado con rabia angustiosa me sacó de aquella estado de inercia: "¿acaso no se da cuenta que el péndulo paro hace varios días y que su vida solo pende de un hilo?".
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