Cada que se asomaba por la ventana veía el pasillo de la entrada a los parqueaderos del edificio. El flujo era poco, pero mirar cada carro que salía o entraba era la acción que le permitía mantenerse despierto para tomar las decisiones correctas. La imagen de aquel pasillo era suficiente. Cuatro noches se mantuvo callado, en la misma posición, ante la misma ventana. En cada vehículo que salía fue montando mentalmente los proyectos que tenía pendientes. En cada carro que entraba, encaramaba las razones para explicar lo que haría. La quinta noche, cuando entró un razón de peso, se lanzó al vacío desde aquella ventana.
No hay comentarios:
Publicar un comentario