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sábado, 3 de febrero de 2024

La presencia de Daniela

Mateo atravesó caminando el llamado "barrio de los obreros" y bajó por un largo callejón. Al final del mismo estaba el portón verde y pesado de "El viejo bar". Buscaba un refugio para estar lejos todo, en especial de Daniela, quien fuera la mujer de su vida, pero también la causante de su gran dolor. El bar era un antro de licor y música pesada. Abrió el gigante portón y entró a ese sitio oscuro, escondido, habitado por el humo y perdido en la ciudad. Cruzó entre las mesas buscando el rincón. Escuchó las voces y reparó los rostros de los asistentes. Había grupos de amigos que hablaban fuerte y reían a carcajadas, una que otra pareja que se hablaban suave y se besaban, y algunos solitarios ensimismados que tarareaban la canción que sonaba en el bar. Cada uno estaba en lo suyo, hasta Mateo, que solo quería beber y olvidar.   

Se dirigió al rincón. Cuando llegó a la última mesa se sorprendió al ver allí a Daniela, sentada, con una botella de aguardiente destapada de la que ya se había consumido algunos tragos. No supo qué hacer. Permaneció estático, en silencio, mientras ella le sonrió coquetamente y le habló. 

"He llegado antes que tú. Sabes que te conozco demasiado bien. Sí te vas al fin del mundo sabría dónde encontrarte. Y también conozco mejor que tú el camino a este bar. Hasta me sé un atajo" le dijo, mientras levantaba la copa y brindaba en el aire. Ante el silencio de Mateo, ella continuó: "Recuerda que no es de un caballero dejar una conversación en punta. Y menos irse enojado cuando todavía hay tragos en la botella". Mateo rechazó con un gesto de desprecio el trago que Daniela le ofreció. "Siempre habrá una explicación clara para cada cosa que hacemos. Siéntate por favor, bebe conmigo y terminemos de aclarar el tema que te tiene aquí", dijo ella.  

Mateo se quedó de pie, la miró fijamente, respiró profundo, dejó salir un suspiro de resignación, dio un paso y pensó sin decirlo: "Si me conocieras tn bien sabrías que no soy tan caballero". Se retiró caminando hacia atrás y atravesó rápidamente el bar para volver a salir por el portón. Cuando subió los 200 metros hasta lo alto del callejón, Daniela lo estaba esperando sentada en la acera, como lo hacía desde hace tres años cuando él la dejó en medio de una fuerte discusión. La botella de aguardiente que tenía en la mano ya estaba vacía.  

domingo, 13 de octubre de 2019

Cuento 181

Se miraron y entendieron que el deseo solo existía en los recuerdos. Nunca habían hablado del tema. Esa noche no fue la excepción. Guardaron un silencio tenso. Ambos sabían que habían cometido muchos errores. El más grande, evitarse, incluso cuando se volaban juntos los fines de semana a un pueblo del oriente. Sofía quería hablar, enumerarle los recuerdos, analizar cada vivencia, hacer un balance de los yerros cometidos, recapitular el tiempo compartido y pedirle perdón por no haber hecho su parte. Mateo solo quería un ron y escribir una historia. La botella quedó vacía. La habitación también. En el nochero se quedó una libreta con varios cuentos enumerados. El último se titulaba "cuento 181".