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lunes, 28 de abril de 2025

La pagina 119

- "Una pregunta final", dijo el presentador del evento mientras señalaba a Daniela, que levantaba la mano en la parte de atrás del escenario. 
 - "¿Alejandro, puedo hacerte una pregunta un poco indiscreta?", dijo ella con un gesto dubitativo. 
- "La que quieras. No tengo ningún problema en hablar de todo", asintió Alejandro con seguridad. 
- "Bueno, no sé si quieras responderme, pero ¿Qué pasó realmente con Xiomara?"

Cuando Daniela terminó de formular su pregunta, Alejandro tuvo la sensación de que el mundo entero se le venía encima. Había imaginado todo tipo de situaciones para aquel encuentro, pero no podía haberle ido peor: no había administrado bien el tiempo en la conferencia, se había enredado con algunos conceptos, Daniela había asistido acompañada, se había sentado lejos del escenario y justamente a ella se le había ocurrido preguntarle por Xiomara. La tarde se había arruinado por completo. 

 Los ojos se le humedecieron. No por el recuerdo de Xiomara como supusieron todos lo que asistieron aquella tarde, sino porque la pregunta la haya hecho Daniela. Fue una reacción que quiso ocultar tras sus gruesos lentes pero que no pudo, y que provocó de inmediato un sentimiento de culpa y de pena en la joven estudiante que lo miraba desde su lugar en el auditorio y que creyó que su error había sido recordarle a Xiomara. 

 - "¡Qué pena!, lo siento", comenzó a decir ella. 
- "No, no, no, no tiene importancia", respondió él. Y agregó: "Mucha gente quiere preguntar lo mismo y no lo hace. Creo que es apenas lógico, porque la mayoría de mis libros de poemas los escribí dedicados a ella". 
- "la verdad, yo no pretendía..." intentó seguir ella con su excusa. 
-"Nada. Nada. No te preocupes. Todos saben que ella fue el gran amor de mi vida", interrumpió él, con la mirada perdida entre los asistentes. Y continuó:
- "La amé demasiado y eso fue evidente. Fue una mujer muy importante para mí. Además, es una mujer con mucha gracia, con buena presencia y con cierto ángel para los medios televisivos". 
 
Alejandro hizo una pausa larga y tomó un poco de agua de la botella. Varios de los asistentes creyeron que ya había terminado, pero el poeta solo estaba pensando en algo más qué decir. Se paró de la silla, caminó hasta el atril, tomó uno de sus libros, volvió a la silla y comenzó a pasar hoja por hoja, ante la indecisión del presentador entre agradecer a los asistentes y despedir o esperar un momento más. 

 - "Este libro, Daniela, es el único que he escrito después de terminar con ella", continuó Alejandro mientras dirigía su mirada y señalaba de manera alterna la parte trasera del auditorio donde estaba ella   y el texto que tenía en la mano. A Daniela la sorprendió que el poeta se supiera su nombre. "Es el libro más importante que he escrito, porque es el libro de mi presente... Sobra decir que Xiomara ya no está en sus líneas. No la he vuelto a ver y no he vuelto a escribir de ella ni para ella. Sigue siendo una mujer excepcional, pero ya no está en mis letras". 

 Alejandro cerró el libro, respiró profundo y miró a Daniela, que seguía allá atrás sentada junto a un chico que le tomaba la mano y se recostaba en su hombro. Un nuevo silencio de Alejandro fue otro momento de duda para el presentador, que no supo qué hacer. Amagó en el atril, pero nuevamente el poeta intervino. 

 - "Discúlpenme", dijo dirigiéndose al presentador mientras se ponía de pie. "Solo quiero agregar algo más para cerrar este encuentro y disculparme porque ya me esperan para llevarme al aeropuerto". Antes de salir raudo por la parte de atrás del escenario, caminó hasta el atril y se dirigió a todos con estas últimas palabras. "En este libro, que es el de mi presente ya hay otra mujer. Está descrita en la página 119". Y procedió a leer: 

"Dulce, inquieta, joven y apasionada. 
Imprudente, insegura, indiscreta e ingenua. 
Bella, pero prohibida.
La mujer que es sílaba, palabra y verso. 
La mujer que sueño pero que solo estará en mis letras. 
La mujer que seguramente mañana será parte de mi pasado, como este libro. 
Feliz noche, D".  
 

sábado, 3 de febrero de 2024

La presencia de Daniela

Mateo atravesó caminando el llamado "barrio de los obreros" y bajó por un largo callejón. Al final del mismo estaba el portón verde y pesado de "El viejo bar". Buscaba un refugio para estar lejos todo, en especial de Daniela, quien fuera la mujer de su vida, pero también la causante de su gran dolor. El bar era un antro de licor y música pesada. Abrió el gigante portón y entró a ese sitio oscuro, escondido, habitado por el humo y perdido en la ciudad. Cruzó entre las mesas buscando el rincón. Escuchó las voces y reparó los rostros de los asistentes. Había grupos de amigos que hablaban fuerte y reían a carcajadas, una que otra pareja que se hablaban suave y se besaban, y algunos solitarios ensimismados que tarareaban la canción que sonaba en el bar. Cada uno estaba en lo suyo, hasta Mateo, que solo quería beber y olvidar.   

Se dirigió al rincón. Cuando llegó a la última mesa se sorprendió al ver allí a Daniela, sentada, con una botella de aguardiente destapada de la que ya se había consumido algunos tragos. No supo qué hacer. Permaneció estático, en silencio, mientras ella le sonrió coquetamente y le habló. 

"He llegado antes que tú. Sabes que te conozco demasiado bien. Sí te vas al fin del mundo sabría dónde encontrarte. Y también conozco mejor que tú el camino a este bar. Hasta me sé un atajo" le dijo, mientras levantaba la copa y brindaba en el aire. Ante el silencio de Mateo, ella continuó: "Recuerda que no es de un caballero dejar una conversación en punta. Y menos irse enojado cuando todavía hay tragos en la botella". Mateo rechazó con un gesto de desprecio el trago que Daniela le ofreció. "Siempre habrá una explicación clara para cada cosa que hacemos. Siéntate por favor, bebe conmigo y terminemos de aclarar el tema que te tiene aquí", dijo ella.  

Mateo se quedó de pie, la miró fijamente, respiró profundo, dejó salir un suspiro de resignación, dio un paso y pensó sin decirlo: "Si me conocieras tn bien sabrías que no soy tan caballero". Se retiró caminando hacia atrás y atravesó rápidamente el bar para volver a salir por el portón. Cuando subió los 200 metros hasta lo alto del callejón, Daniela lo estaba esperando sentada en la acera, como lo hacía desde hace tres años cuando él la dejó en medio de una fuerte discusión. La botella de aguardiente que tenía en la mano ya estaba vacía.