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viernes, 14 de junio de 2024

Los silencios de Jero

 Al llegar al aeropuerto El Dorado, los recibió un hombre joven, alto, recién afeitado, con un letrero de papel en la mano que decía "Lina y Jero". Afuera caía la misma llovizna de todos los días en Bogotá a las 5:36 de la tarde.  

"Bienvenidos a la capital. Me llamo Willy. El doctor Felipe Zuluaga me pidió que viniera a recogerlos y que los llevara al hotel. Él mismo les reservó en el Dann. Van a estar muy cómodos allí".  

"Gracias", dijo a secas Lina, sin mirarlo a la cara, mientras repasaba los mensajes de su WhatsApp. 

"Ok", adviritó Jero, mientras buscaba unos chiclets en su morral.  

"Permítame les recibo las maletas", dijo William, extrañado por la parquedad de ambos. El elegante traje oscuro con corbata del coductor cargando las maletas contrastaba con los jeanes viejos, los tenis sucios y los buzos con letreros en inglés de la pareja. Después de ocho años viviendo juntos, lo único nuevo y limpio que tenían eran sus dispositivos móviles.      

10 minutos después, viajaban en una camioneta Toyota Tundra  por la calle 26. El recorrido hasta el hotel fue un largo silencio. Willy intentó hacer comentarios cortos sobre el tráfico pesado y el clima, pero al mirarlos por el retrovisor solo vio dos caras adustas e inexpresivas con la vista clavada cada una en su teléfono celular. Con desazón,  le puso volumen al radio en un emisora donde analizaban las noticas y se dedicó a cumplir con su tarea.

Cuando tomaron la autopista hacia el Norte, Lina miró por la ventana y pensó: "esta es la ciudad que gobierna el país. Aquí es donde reside el gran poder. Lo bueno es que yo voy a tener una buena parte de él". 

"¿Cuándo veremos a Felipe?", preguntó Lina, cuando ya estaban cerca al hotel.

"El d-o-c-t-o-r Zuluaga los verá en la mañana", respodió brevemente William. Zuluaga era el secretario de despacho estrella en la administración del Distrito y un firme candidato por su partido para la futura alcaldía. Había trabajado en el sector privado varios años como gerente exitoso de empresas petroleras, pero desde que pasó al sector público su ambición desmedida había encajado a la perfección con las jugadas de la política.       

"Para mí, será un g-u-s-t-o conocerlo en persona", murmuró Jero con tono irónico.

El Dann de la 93 es un hotel grande, con piscina cubierta, centro fitness, un buen restaurante, decoración clásica, zona de estar amplia y habiraciones cómodas. El botones subió el equipaje y se marchó sin propina alguna. Jero se recostó en la cama furioso. Estaba incómodo desde hacía 15 días cuando Lina le llegó con la noticia de que su amigo Felipe, el político bogotano, les mandaría los tiquetes para que fueran a saludarlo a la capital. Había guardado silencio y distancia. Cuando Lina empezó a desempacar, sonó el teléfono de la habitación. Jero saltó y se apresuró a contestar. 

"Sí, aló".

"Estoy abajo y quiero verte solo cinco minutos".  Jero reconoció de inmediato la voz de Diana y no supo cómo actuar. 

"No me preguntes cómo hice para ubicarte ni por qué estoy en Bogotá", continuó afirmando la interlocutora mientras Jero incómodo, vacilaba qué cara poner. 

"Estaré en el café que queda al lado del hotel, sobre la 93, hasta que lo cierren. Y no pienso irme sin hablar contigo; así sea la última", sentenció Diana. 

Jero hizo un intento por disimular su sorpresa y para ello, respondió de inmediato. 

- "Entiendo. No hay lío. Bajo en dos minutos y firmo. Gracias". Mientras colgaba el teléfono y miraba por la ventana para evitar la mirada de Lna, se apresuró a explicarle. 

- "Voy y vuelvo. Se nos olvidó firmar algo en la recepción. Aprovecho y me pido un café de cuenta de muestro a-m-i-g-o, Felipe". Sin esperar respuesta, salió raudo hacia el ascensor. 

Lina lo conocía demasiado. Sabía que no le gustaba dejar nada pendiente. A ella tampoco; en eso eran iguales. Los que sí los diferenciaba era el gusto de él por el café. Verificó que el ascensor hubiera llegado al primer piso y de inmediato cogió el celular que había puesto a cargar y marcó el número de Felipe.  

"Todo salió a la perfección. Te cuento que no dudó en bajar de inmediato. Mándame unas buenas fotos de esos dos, dale las gracias a Diana de mi parte y sube esta noche cuando lo veas salir a él con su maleta. No tardaré muchó en hacer mi parte. Te amo, mi Pipe".