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domingo, 5 de enero de 2025

Obsesiones

Pensé en ella muchos días. Quedé impactado con su figura esbelta, su lunar en la mejilla, los hoyuelos que generaba su sonrisa y su calidez al hablar. Luciano, mi primo, me la presentó cuando salíamos de jugar un partido en Itagüí y llegamos al parque para tomarnos una cerveza. Ellos se conocían porque estudiaban juntos una tecnología en logística y yo la conocí porque el destino nos cruzó 20 minutos que fueron muy especiales, pero finalmente, fugaces.

Por timidez o estupidez, que en cosas del amor son lo mismo, no le pedí su número. Ella se fue con su hermano en la moto y yo me quedé con los muchachos del equipo. Varias veces le pregunté a Luciano por ella, pero nunca me quiso dar su contacto; no sé si por celos, por cuidarla de mí, o simplemente porque cada que hablábamos de mujeres él terminaba haciendo chistes y burlas y desviando el tema.

Durante casi tres meses estuve yendo al mismo sitio en Itagüí los sábados en la tarde a tomarme una cerveza y a buscar a Salomé entre los numerosos transeúntes del parque. Nunca más la vi.

Ya pasaron 12 años desde aquel encuentro. El fútbol, los compañeros de aquel equipo y hasta mi primo Luciano hacen parte de mi pasado. Mi presente son los libros. Mi trabajo como editor encajó con mis pasiones y con mis estudios en Literatura y Filología. Viví solo, tengo una biblioteca gigante y un gato, no tengo redes sociales y siempre prefiero la soledad, la calma y el silencio.

Esta mañana salí caminando de mi apartamento para la editorial. Generalmente voy en la moto, pero hoy decidí irme a pie. Tomé la Calle 33 y luego la Avenida Nutibara. Al llegar al segundo semáforo una mujer que venía caminando en sentido contrario se quedó mirándome con sorpresa, sonrió y se paró frente a mí diciendo:

- “Juan Carlos… ¡Juan Carlos! 

La miré extrañado porque en un primer momento no la reconocí. Pensé que podría ser alguna excompañera del pregrado, una de esas vecinas del edificio que nunca te cruzas de frente, una de las vendedoras nuevas de la editorial o alguna prima lejana con las que uno no tiene contacto.

- “Sí, soy yo”, respondí con timidez mientras detenía mi paso. Y en tono respetuoso pregunté: “Disculpa, ¿tú eres…?”

- “Soy Salomé, Juan. ¿No me recuerdas? Nos presentó tu primo Luciano hace años en Itagüí”.

Era una mujer atractiva, con el cabello un poco desordenado y una pinta casual. Me fijé en su cara. Los hoyuelos de Venus eran un poco más marcados, el lunar se destacaba en su mejilla y su voz seguía teniendo la misma calidez.

-  “Perdón, perdón. Es que tengo una pésima memoria y ha pasado mucho tiempo, pero ya te ubiqué. Eres Salomé, ¡la que te fuiste en la moto con tu hermano!”, le dije, mientras miraba el reloj.

Me escuchó con atención y con una sonrisa inacabable. Se me acercó tanto que me sentí intimidado. Me miró fijamente y soltó una frase directa.

- “Sabes una cosa, nunca he dejado de pensar en ti”

No supe qué decir. Di un paso hacia atrás para sentirme seguro, volvía mirar el reloj y me afané a decir:

- “Qué rico saber de ti y volver a verte, pero te soy sincero, voy un poco retrasado. Tengo una reunión demasiado importante a dos cuadras de acá”. Saqué la libreta pequeña que siempre llevo en el bolsillo y un lapicero. “Dame tu número y te marco ahorita”.

- “Si quieres me haces una llamada perdida y ahí quedamos registrados”, dijo ella.

- “Mejor no, este celular mío es corporativo y está muy expuesto”, alcancé a responder. 

Ella ya tenía la libreta en su mano, procedió a escribir el número y dibujó un corazón al lado de su nombre. Me lo entregó y volvió a sonreír. 

- “Ojalá no te me pierdas otros 12 años, un mes y 17 días. Mucha suerte en tu reunión. Por si algo, voy al centro comercial y estaré allá toda la mañana”, dijo, mientras me daba un beso en la mejilla. Yo me despedí rápido y me fui caminando de prisa.

Al cruzar la siguiente calle, arranqué la página y tiré el papel con el número en el primer bote de basura que vi. y decidí no volver a pasar por esa calle en mi vida. Tengo claro que mis obsesiones ahora son literarias. 


domingo, 12 de octubre de 2014

Desde el punto penal

A Rafael le incomodaba demasiado el ritual de entrenar lanzamientos desde los 12 pasos. Para él, esta parte de la práctica no era más que un fusilamiento continuo, innecesario y aburridor del arquero del mismo equipo. Nada especial, solo perdida de tiempo. No había público ni prensa que presionara, como en los partidos que él llamaba "de verdad". Siempre pregonó que cuando se llegaba a esta instancia era porque ninguno de los dos equipos había merecido ganar, y que de ahí en adelante el asunto no era más que de "mísera suerte". De allí, que generalmente se desentendiera de esta parte de la práctica, se acostara en la cancha y se dedicara a mirar las nubes. 

Eso sí, en esta ocasión, tener a su compañero Pérez al frente, a quien apodaban "El Imbatible", como objetivo en la mira, significaba algo especial. Esta vez no puso el dorso contra la hierba para aislarse de la práctica, sino que para sorpresa de todos en el equipo pidió ser el primero en probar desde los 12 pasos. Acomodó el balón, tomó cinco pasos de distancia y despachó un verdadero misil hacia la puerta; hacia el portero. "Le pegó como con rabia", dijo más tarde Restrepo, el utilero del equipo cuando llegaron los directivos del club a indagar por lo que había pasado. 

Rafael cambió de club. Se fue a un equipo de segunda, que en dos años logró el ascenso. Allí esperó con paciencia tres años más, mientras cosechaba triunfos y marcaba goles. Una tarde de domingo, el fútbol lo puso nuevamente frente a Pérez. Esta vez en la definición del título de Liga. Antes del cobro, Rafael se acercó a Pérez y le dijo al oído: "Pocas veces la vida te da la posibilidad de fusilar simbólicamente a quien se quedó con la mujer que has amado en silencio". 

 

sábado, 12 de marzo de 2011

Cosas del fútbol

Freddy cerró los ojos y pateó fuertemente el balón que encontró abandonado en el jardín de su casa. Segundos después, se escucharon los aplausos de toda la ciudad que celebraba a rabiar el primer título de su equipo.