Guillermo necesitó 30 años para probar el verdadero amor. Cuando llegó al tercer piso de su existencia, se enamoró profundamente de la vida. Durante una década, le fue absolutamente fiel. La idolatraba, la consentía, la cuidaba y le seguía todos sus caprichos. Un viernes en la tarde, mientras revisaba una fotos, descubrió su infidelidad. Nunca pudo perdonárselo. Guillermo Martínez yace bajo las ruinas de un viejo cementerio