Esa noche, aquel insecto que se creía el dueño del mundo tomó la pelota y me sacó de la cancha. No sentí rabia sino risa. Una vez más el batracio hizo gala de su soledad en un rincón del mundo que lleva sus iniciales. El mundo está lleno de bichos y de buenos libros.
De esos que se ven todos los días.
ResponderEliminarY no solo en las canchas.
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