Catalina cerró el libro con algo de furia. Lo guardó en el bolso y a pico de botella se tomó otro vino. Mejor el licor que las píldoras, pensó. Encendió el carro, soltó el clutch rápidamente y salió del barrio bordeando el parque por detrás de la iglesia. En diez minutos llegó a su casa. Estaba agitada. Sin quitarse la chaqueta se sentó en el sofá blanco de la biblioteca y sacó el texto para retomar. Terminó el capítulo XII y cuando se disponía a leer el XIII descubrió que faltaban las dos páginas iniciales del apartado. Volvió a sentir rabia con Luis Eduardo. Le molestaba mucho que le controlara la vida y no quería permitir que le controlara las lecturas. Comenzó el capítulo incompleto y se imaginó la historia. No importa, pensó, "falta muy poco y ya tengo todo el contexto para entender lo que pasó en las páginas faltantes". Por esa misma razón decidió terminar la relación el mismo día que el libro.