Nicolás cerró la ducha, pensó en la cita amorosa que incumplió la noche anterior, cogió la toalla y se dispuso a salir para su clase de ocho. En su bicicleta, cruzó la Calle San Juan, tomó la ciclo ruta rumbo al norte y mientras una llovizna golpeaba su rostro, pedaleó tranquilo hacia la Universidad Nacional. Cuando cruzó la Calle Colombia, el suspenso de los carros que subían hacia el Estadio lo hizo pensar en que su ciudad había cambiado. Avanzó doce metros, y en la fugacidad de un respiro, se convirtió en otra estrella negra en una vía de Medellín.