Aquella mirada llevaba dos años posada sobre mí, pero nunca antes había sentido su peso. Los años la maduraron, los sentimientos le dieron cuerpo y con la complicidad del silencio había adquirido una fuerza que ya no era natural. Fue en agosto cuando me golpeó con fuerza y noqueó todos mis sentidos. Estoy a su merced, tirado en el ring de la vida sin poderme levantar.