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sábado, 20 de abril de 2019

Un lápiz para contar


Entré al pequeño salón y todos se callaron. Se miraron unos a otros. Sabían que alguno de los presentes no seguiría vivo al final de la tarde. Yo ignoraba todo. Éramos 7: Juan, el dueño del.camión; Andrea, la chica de la tienda;  don Jorge, el dentista, los tres hermanos Gómez, carpinteros; y yo.

Afuera hacía frío y el viento agitaba los frondosos árboles de la plaza. En el resto del pueblo habitaba la soledad. Todos se habían ido, presas del terror. 

Uno de los hermanos Gómez, el menor, se llevantó  mirando el piso. Caminó un poco, me evitó y miró por la ventana. Los otros dos hermanos hicieron el mismo ritual. un rato después lo hicieron Andrea y don Jorge.  El dueño del camión no lo hizo. No hizo nada. Solo esperó.

El reloj marcó las 4 de la tarde. El menor de los Gómez me habló sin mirarme. "A usted le toca contar la historia", dijo. Y luego agregó: "llévese el camión, hasta donde la gasolina le alcance". Así lo hice. Después caminé y busqué un lápiz.  

martes, 12 de julio de 2011

Muerto

Al destapar el féretro me sorprendí con el rostro del cadáver. Era casi idéntico a mí, tenía las mismas facciones y hasta se reía igual; pero no era yo. Aquella noche decembrina del 64 entendí que los ataúdes no son más que espejos que reflejan el alma.

sábado, 2 de abril de 2011

Pelota muerta

La tribuna guardó un silencio eterno luego de aquel partido que había sido suspendido para siempre. Desde aquella tarde de un sábado cualquiera, el inmenso estadio cerró sus puertas al espectáculo. En la cancha reposó para siempre el cuerpo inerte de un balón que ya nadie quiso volver a patear.

viernes, 25 de marzo de 2011

En el banco

Ver desde afuera la larga fila que había en la oficina del banco fue motivo suficiente para desesperarse. Se descompuso de tal forma que vociferó improperios contra todo el sistema financiero. Media hora después salió a la calle con la certeza de que su entierro no sería una carga económica para su familia. En los 30 minutos más largos de su vida, había pagado en efectivo el costo de su funeral. Ahora solo la faltaba esperar en una fila mucho más larga, pero con ningún orden lineal, el momento de su muerte.