Todo el día el cielo fue una esponja que se exprimía cada dos o tres
horas. Adrián estuvo conectado en su computador. Alexandra se pasó la jornada
en el marco de la ventana del piso 7 mirando la solitaria calle entre la
lluvia. Él, con la mente ocupada en su teletrabajo. Ella, con él en sus
pensamientos.
En el sexto aguacero, cuando cayó la tarde, Alexandra vio venir a un
hombre protegido con un paraguas grande. Parecía enfurecido. Vociferaba en
medio de la lluvia. Maldecía y manoteaba. Desde su lugar era imposible
identificarlo. Por un momento creyó que era su Adrián. Desde la calle
hacía el gesto de apuntarle con el paraguas. Reflexionó rápidamente. Él no
tenía motivos para estar bravo. No había mostrado interés para ir hacia aquella
calle. Ni siquiera sacaba tiempo para ella. Miró al hombre del paraguas y
mientras él la ofendía con palabras y gritos, ella le agradeció lanzándole un
beso. Justo en ese momento volvió a llover.