Aquella noche de noviembre fue la quinta y última ocasión en menos de un mes en que Alexandra, con un abrupto cambio de
tema, le preguntaba por Gabriela. Estaban en la Pizzería Vesubio esperando
el pedido, ya se estaban terminado las segundas cervezas, de fondo sonaba "Respect"
de Aretha Franklin y justo
en ese momento Ángel le estaba contando los detalles del nuevo proyecto de
investigación que había presentado en la Facultad.
- "¿Otra vez
con el mismo tema?", preguntó Ángel un poco descompuesto por lo que
consideró una interrupción indebida. "¡Ya veo que te quieres tirar la
noche!".
- "Ni lo uno ni
lo otro. Yo solo quiero que me digas la verdad, que no evadas el tema, que me
confieses si te gusta Gabriela. Siempre te sales por la tangente y eso es lo
que me hace dudar", advirtió Alexandra mirándolo con sus ojos azul
profundo. Y agregó: "Y no es otra vez, lo que pasa es que nunca me
has respondido la pregunta. Te aseguro que si me respondes, la noche seguirá
igual de especial, con cervezas, pizza y rock; la combinación que nos
gusta".
Ángel trató de
evadir la mirada levantando la mano para llamar al mesero, preguntar por la
pizza y pedir otras dos cervezas.
- "¿Te hago
dudar? Dudas me genera a mí la insistencia tuya con ese tema. Ya te he dicho y
te he demostrado que Gabriela es solo una buena compañera de trabajo y nada
más".
Contrario a las
cuatro veces anteriores en que había puesto el tema, Alexandra estaba muy
calmada. Demasiado sospechosa, pensaba Ángel. Ella bajó la mirada por un
momento y sorbió dos veces su cerveza. Respiró más despacio y preguntó
nuevamente: "¿pero te gusta?"
Sin dudarlo, y por
primera vez en los cuatro años que llevaban juntos, Ángel le lanzó una
respuesta directa y contundente.
- "Bueno. Seré
claro y espero que este tema termine acá. Gabriela no me gusta", afirmó
Ángel. Hizo una pausa para jugar momentáneamente con la espuma de su cerveza y
continuó: "No me gusta físicamente, solo me genera una atracción netamente
intelectual".
Alexandra bajó la
guardia y la mirada. No esperaba una algo así.
- "Te juro que
es solo eso. Es una mujer demasiado inteligente. Físicamente no me provoca
nada. ¿Está claro?", dijo Ángel, queriendo explicar más de lo
necesario.
En ese momento llegó
la pizza Margarita partida en cuatro porciones grandes, como ellos la habían
pedido. Alexandra tomó lentamente la espátula de forma triangular, levantó el
primer pedazo y lo pasó al plato de Ángel. Con el mismo ritual, en silencio,
tomó una rebanada más para ella. Paso seguido, tomó los condimentos: orégano,
pimienta y sal de ajo, y procedió a echárselos a su pedazo. Comenzó a comer sin
determinar a Ángel.
De fondo
sonaba «Stairway to Heaven», de Led Zeppelin. Alexandra terminó
su pedazo y su última cerveza con una sincronía perfecta con la última frase de
la canción: "And she's buying a stairway to Heavenel".
Fue ahí cuando decidió retomar el diálogo.
-
"¿Y el proyecto de investigación es a uno o a dos años?",
preguntó.
-
"Dos años. Y uno más, si los investigadores conseguimos la cofinanciación
de una universidad francesa", respondió Ángel, extrañado por el extenso
silencio de Alexandra y el nuevo cambio de tema.
-
"¿Conseguimos?, ¿Quiénes son los otros investigadores?"
-
"Solo Gabriela y yo"
No
hubo más palabras esa noche, ni en las noches de los tres años siguientes.
Cuando llegaron de la pizzería, Alexandra recogió sus cosas y se fue a vivir
con su hermana.
Ángel siguió su vida de investigador en la Facultad y recorre el mundo con Gabriela dictando conferencias, tomando cerveza, asistiendo a concierto de rock, comiendo pizza, haciendo el amor y presentando el libro que resultó del proyecto: "El concepto del amor verdadero en las mitologías nórdica, egipcia, griega y mesopotámica" por Gabriela Jaramillo y Ángel Flores. Hoy lo presentan en la Universidad París X Naterre.
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