A la tarde la cogió la noche. Por poco llega la madrugada. Hablaron casi ocho horas seguidas. Repasaron temas diversos: política, fútbol, asuntos laborales, remedios para la gastritis, los candidatos a la alcaldía, la película que vieron juntos, los efectos de tomar tanto ron, la religión, los dolores de espalda, el precio del dólar, las crispetas saladas, el ramo de flores por el que discutieron la primera vez, el miedo a las cucarachas, la pena capital, las hamburguesas con carne de cerdo, el proceso de paz, los trancones de las horas pico, los beneficios de la guanábana; hablaron de cualquier cosa. Conversaron de todo, excepto de las razones por las que ella seguía odiándolo. Los dos evadieron el tema, como si no existiera. Eran las 3:00 a.m. cuando se despidieron. Ya han pasado casi tres años, y en octubre nuevamente hay elecciones. Tal vez, ella lo llame para retomar el tema.