La duda duró un instante corto; pero la sensación de estar en suspenso se hizo larga para Emilio. Él no quiso moverse, permaneció mudo, para no romper la duración de ese momento. Para él ya era mágico estar viendo en el contraste claro oscuro de su teléfono a la doctora de sus sueños. Hubiese sido una sensación eterna, con los astros jugando a su favor, si Dulce María hubiese guardado un silencio prolongado. Ella, como si no supiera de encantamientos, puso el brazo en el sofá y le habló de leyes, de artículos y parágrafos. Fue justo en ese instante cuando Emilio sintió que el hechizo estaba legalmente roto y colgó.