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jueves, 26 de septiembre de 2024

El final de la carta

Danny se sentó frente al escritorio de la habitación del hotel. Tomó la carta que había empezado para Helena. Releyó lo que ya había redactado y sintió que solo le faltaba un párrafo concluyente. Tomó el bolígrafo, una hoja en blanco y trató de terminar así: 

“Nunca imaginé que el amor doliera de esta forma…”, comenzó.

Repasó la frase mentalmente, le pareció un lugar común y la tachó.

"Es cierto que el amor es un salto al vacío...", volvió a iniciar. Cuando iba a tachar esta idea, tuvo que interrumpir para atender el celular. Era Luisa. Habían quedado de verse hacía dos días, pero él le había vuelto a quedar mal. Esta vez, se había inventado como excusa una cita urgente con un editor nuevo para cancelarle a ella con un frío mensaje de WhatsApp unos minutos antes de la hora del encuentro.

- "¡Aló, Luisa!", contestó. Y se dirigió al balcón. 
- "Hola"
- "Debes estar furiosa y lo entiendo, pero como te dije la última vez que nos vimos en Cartagena, los escritores somos así, nos desaparecemos para buscar las historias".
- "Pues solo llamé a decirte que tú y tus historias ya no me importan. Solo era eso". 

 Luisa colgó y Danny sintió más alegría que pena. Desde el balcón del piso 9 miró la ciudad que se extendía hacia abajo y volvió al escritorio para tratar de retomar. 

 "Es cierto que el amor es un salto al vacío y el nuestro lo fue en su momento. Ambos disfrutamos la adrenalina, el vértigo y la emoción de algo tan intenso que parecía eterno; pero que después de estos 12 años no fue así. Cada historia de amor es única y la nuestra lo fue, pero no logramos perpetuarla. Gracias por todo y por tanto. Un beso. Danny".

 Repasó lentamente. Algo no encajaba en el texto, pero en ese momento no sabía qué. Esta vez lo interrumpió el teléfono de la habitación.

 -"¿Aló?"

- "Don Daniel, de acá de la recepción. Vino a buscarlo la señora Helena. Dice que usted la está esperando". 

- "Claro, claro", respondió extrañado y con sorpresa. "Dígale que por favor suba". 

- "Con gusto, don Daniel".

 Dejó el medio párrafo sobre el escritorio y corrió a mojarse la cara. Entró al baño, se miró al espejo y descubrió que estaba sudando. Se arregló el cuello de la camisa y se echó un toque de loción. Cuando sintió el taconeo de Helena en el pasillo abrió la puerta de la habitación. La miró acercarse y la leyó entre furiosa y decidida, aunque ella llegó como si nada hubiese pasado. 

 Notó que Helena venía vestida con una falta corta, poco habitual en ella, y una camiseta blanca ceñida, de las que usaba siempre. Tuvo la tentación de saludarla, de abrazarla o darle un beso pasional, pero le pareció que todo esto ya carecía de interés. Solo atinó a invitarla a seguir. 

 - "Solo espero que no tengas a una de esas amigas tuyas escondidas en el baño o en el closet de esta habitación,", dijo ella con tono irónico.

- "El problema no soy yo ,Helena. Son tus fantasmas; siempre lo fueron. Cuando no aparecen tú los andas buscando".

- "Pues mis fantasmas nunca me han traicionado. Y te soy sincera, prefiero estar con ellos que con un monstruo al que desconozco después de haberlo amado tantos años", afirmó Helena.

- "¿A eso viniste?, ¿a continuar con lo mismo?, ¿no crees que ya fue demasiado?", replicó Danny.

 Helena guardó silencio. Repasó visualmente la habitación y caminó lentamente hasta el escritorio. Le llamó la atención la hoja con el medio párrafo manuscrito y lo leyó en voz baja.  

 - "¡Un salto al vacío!"... vea usted. En el que uno al final se da duro contra el suelo. Déjame decirte que es una metáfora floja y muy lugar común, yo cambiaría esa frase. ¿Es algo para tu nueva novela?"

- "Por supuesto", dijo Danny. Es la parte final de una especie de carta con la que se cierra la novela, o con la que se abre, aún no lo sé. 

- "Patético", calificó ella. 

- "¿Por qué en vez de criticar no propones algo menos pa-té-ti-co y menos lu-gar co-mún?"

- "Yo empezaría el párrafo con una frase más original” sentenció ella mientras se dirigía a la puerta de la habitación. Con algo como: "Nunca imaginé que el amor doliera de esta forma...".

 Abrió la puerta y agregó: “Y le pondría al principio una especie de destinataria directa, algo como: mi muy amada Luisa". 

 Helena sacó de su cartera un sobre, lo tiró al piso de la habitación y mientras se dirigía al ascensor, gritó:

 - "Y relájate Danny. Entre escritores nos entendemos, pero mientras buscas tus historias ten cuidado con dejar salir tus personajes". 


viernes, 18 de agosto de 2023

El baúl de los recuerdos

 Hacía casi 8 años que Raúl no bajaba al sótano. El olor a moho siempre le pareció repugnante y fue su excusa para evadir la insistencia de Luisa de organizar aquel piso bajo. Cuando abrió la puerta para bajar las 13 escalas, frunció la nariz y sintió un extraña opresión en el pecho. Bajó con cuidado. Todo el tiempo se sintió escoltado, no acompañado, por la mujer con la que convivía hace 15 años. 

El calor del  verano era insoportable, señal directa de un cambio climático irreversible. A Raúl le pareció que la temperatura alta concentraba aún más el aroma añejo que salía desde las cajas que estaban apiladas en un caótico desorden en el piso de aquella pequeña habitación. Se preguntó la razón por la que había evitado tanto tiempo volver a ese oscuro sótano. Cuando estaba a punto de responderse, encontró el interruptor y prendió el bombillo pelado que iluminó tenuemente el silencioso sótano. 

Lo primero que vio Raúl fueron las ocho cajas, las tres sillas rotas, algunos libros, las dos bicicletas oxidadas y el pequeño baúl que estaban en el piso. Todo estaba cubierto de polvo y lleno de telarañas. Lo segundo, la cara inquisidora de Luisa, que parada a la izquierda suya, paneó con rabia la habitación de lado a lado. Lo tercero, las sombras que se proyectaban por todas partes y que ocultaban algunas carpetas con papeles olvidados en el piso. Para él, todo en aquella habitación, excepto el pequeño baúl, estaba en la categoría de "cosas viejas, reunidas en el tiempo, posiblemente útiles y valiosas, pero fácilmente botables". Para ella, no había más que basura y un baúl que nunca había visto". 

- "Qué hay en ese baúl?", preguntó Luisa. 
-  "Solo recuerdos que ya no importan", respondió Raúl.
- "Has dedicado tu vida a acumular cosas que no valen la pena", repuntó ella mientras subía las escalas para salir. Y desde la puerta, agregó: "Pide un camión y manda a botar todo esto, hasta tus recuerdos inútiles". 
-  "De acuerdo. Lo haré mañana a primera hora. Que se lleven todas estas cajas...". Y después de una pausa, mientras ponía el candado en la puerta, agregó: "Todo menos el baúl. Los recuerdos allí guardados son contigo, y algún día  podríamos necesitarlos".