María Elena tenía la capacidad única de meterse en el cuerpo y la mente de sus amigas, mientras veían una película o compartían un café. Nadie lo notaba, pero ella vivía en carne propia, diariamente, las angustias de las demás. Sabía de los problemas económicos de Angélica, de la drogadicción de Érica, del alcoholismo de Patricia, del maltrato físico que recibía Andrea de su esposo y del que le propinaba Daniela al suyo. En silencio, sufría por las demás. Un día decidió confesarles el poder que tenía. Desde entonces, se terminaron las tardes de café y las noches de película; ya todas sus amigas sufren en silencio por ella.