Era martes cuando Julián abrió el sobre. Había salido de la reunión semanal con el jefe. Estaba malgeniado, como cada ocho días, los martes en la mañana, después de la cita para revisar los resultados. Era el único día de la semana que iba a la oficina. Habían pasado varios martes desde que llegó la carta de Amanda, pero nunca la había leído. Según él, por lo malhumorado que salía de la oficina del director. Según ella, porque ya había perdido cualquier interés. Para él, esta vez ya no importaba el enojo, pues había decidido que la cita con el superior había sido la última.
Julián recogió sus cosas y cuando antes de subirse al ascensor decidió abrir el sobre, que estaba un poco roto, por el descuido y el paso del tiempo. En papel papel arrugado, Amanda le rogaba que volviera. Julián decidió calmarse y volver donde el jefe el próximo martes.