A las 11 y 17 de la noche pregunté por última vez. "No es problema nuestro, señor, ya le dije que el aeropuerto de su destino estuvo cerrado toda la tarde y eso retrasó todos los vuelos", indicó la auxiliar de tierra, mientras corregía algo en su peinado. "En unos 40 minutos estaremos llamando a bordo", agregó. Mi cita con el destino era a las 8:00. Ya tenía tres horas de retraso y con lo del vuelo serían casi cinco. Ese tipo de cosas no suelen ocurrir porque sí, las coincidencias son encuentros del destino previamente establecidos. En ese instante tomé una decisión pragmática: el destino tendrá que esperar.