viernes, 13 de junio de 2025

En modo automático

 Ya casi era la hora del almuerzo. Gabriel había llegado muy temprano a la oficia , se había concentrado en sus tareas y tenía un aspecto terrible. Se veía enfermizo y descuidado. 

Por sexta ocasión en el día se levantó para ir a la cocineta por un café. Se volvió a sentar, revisó el WhatsApp, respondió dos mensajes, miró el computador, le puso el valor a la nueva propuesta comercial y se la envió a todo su equipo, cambió el cactus de lado, organizó los libros, imprimió una carta y la firmó, miró por la ventana y se quedó ensimismado por varios minutos. Lo hizo todo, menos mirar a Carolina, que había estado pendiente de todas sus acciones con la misma pregunta de siempre dándole vueltas en la cabeza. 

Jorge entró a la oficina, saludó formalmente y se dirigió a Gabriel con un tono imperativo, con la idea de que también escuchara Carolina:

- “La verdad no sabemos qué está pasando en esta área, pero los resultados han sido realmente malos en los últimos meses. Revisen por favor las estrategias, sean más creativos y sobre todo, manténgannos informados. Ustedes son muy buenos en lo que hacen, así que no aflojen. Ah y recuerden que el informe sobre las ventas de este mes me lo deben enviar esta misma tarde”.

Gabriel, que no había determinado a Carolina en todo el día, la miró por primera vez. Le concedió una leve sonrisa que fue más una mueca. Se puso de pie y se fue al baño. Ella era la única persona en su vida con la que hablaba abiertamente, solo cuando él quería, aunque la mayoría de las veces eran diálogos de sonrisas, señas y música sin palabras. 

Cuando regresó volvió a sentarse en su pequeño mundo. Carolina clavó la mirada en él unos minutos, tenía sus ideas claras y un torbellino de emociones por dentro, y esperó pacientemente hasta que él se dio por enterado y se giró un poco hacia ella. Tenía una mano en la mejilla y un gesto adusto, se muy veía irritado e hizo una cara de "déjame tranquilo". 

- “Sabes que lo único que quiero saber es por qué”, dijo ella, mientras reflexionaba por las actitudes de él los últimos dos meses. 

Gabriel entró en su habitual modo automático. Se puso sus audífonos y siguió allí sentado, infeliz, mirando la pantalla de su computador y esperando consumirse con su jornada laboral. 15 minutos después, se quitó los audífonos, se puso de pie, tomó su maletín, miró a Carolina que seguía esperando la respuesta y se dispuso a salir. 

- “Sabes que no te responderé. Lo mejor será que sigas viviendo en la superficie de las cosas”, le dijo con voz suave. "Y recuerda que el informe es para esta tarde". Fue hasta la oficia de Jorge, le entregó la carta, salió solo a almorzar y nunca más regresó. 


4 comentarios:

  1. Saludos JJ. Parece como una anécdota que quizás la vivió o la presenció con alguien cercano, también se me hace como el inicio de una historia de terror más grande, algo así como el detonante. Me identifiqué con el acto final de Gabriel y es que estos últimos tiempos parece que van tan rápido, que apenas queremos entender el primer cuarto de hora del siglo XXI y la tecnología principalmente llega como barredora de nieve y no perdona. Obligando a muchos humanos a alinearse al sistema de siempre y a descuidar el tiempo presente y el cuidado de él mismo. Gracias por el cuento JJ, leeré los anteriores y los posteriores. Un abrazo y admiro sus transmisiones ciclísticas.

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    1. Mil gracias por tu comentario. Que el lector contruya a partir del cuento es el objetivo. Me gustó la idea de la historia de terror. Saludos

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  2. En esos gritos silenciosos hay cantidades de personas que nos encontramos sumergidos, aveces x minutos x horas x días o quizás se convierte en un hábito el estar abrumados, hay tanta abundancia de todo que se resulta viviendo en el automático..
    Abrazos gracias JJ x compartir tus escritos, te admiro mucho🤗

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    1. Pasamos de estar activos a esatr abrumados... esa parece ser la nueva condicion. Saludos.

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