Cuando despertó, Zeus se vio sorprendido. No entendía este nuevo mundo. El suyo era de Dioses y mitos, tenía hazañas, batallas y rayos. Este nuevo, al que había llegado después de un aletargado sueño, no tenía héroes ni historias increíbles. Solo había maldad, destrucción e incrédulos. Mientras más trataba de entender, más confundido quedaba. Los Dioses habían desaparecido y ya solo existía el azar. Aquella mañana del 31 de diciembre de 2008, por primera vez en su inmortal vida, Zeus lloró de tristeza.