El 15 de septiembre Fernando tomó su auto, empacó cuatro tarros de hidratante, un sombrero aguadeño y una canasta de cervezas. Se fue hasta el eje cafetero. En Montenegro encontró una finca - hotel cerca de todo y lejos de Carolina. Llegó a las cuatro de la tarde y antes de la media noche ya se había emborrachado dos veces. Todos los días empezaba en el Bar Ibiza. Pedía un ron, luego un aguardiente y después media botella. la rutina se repitió durante dos semanas. Cuando llegaba a su habitación, todo le daba vueltas. No podía ponerse de pie. Cuando lo hacía, se iba al balcón, miraba las estrellas y trataba de recordar dónde estaba y la razón por la que estaba allí.
El domingo de la tercera semana desayunó fruta fresca, se metió a la piscina y leyó el periódico que todos los días le dejaban a los huéspedes. Cuando miró la fecha, descubrió que era 6 de octubre. Sintió un extraño remordimiento. Esa noche saliendo de Ibiza prendió el celular que tuvo apagado desde que llegó a Montenegro. Se metió a Whats App y en el listado de contactos buscó a Caro Bella. Con voz arrastrada grabó un mensaje: "espero que haya sido un día maravilloso. Les deseo lo mejor a los dos". Seis meses después, el carro de Fernando fue visto en un callejón de Villavicencio. Adentro solo encontraron un teléfono celular que no tenía sim card.