La mirada duró menos que el suspiro; el ejemplo perfecto para aquello que el profesor Vásquez denominó con maestría "una mirada flecha". Fueron escasos dos segundos en los que literalmente el tiempo se detuvo. Paula en el Metro, y Andrés en la estación. Se miraron con señales de pasión y de lujuria. Andrés alcanzó a identificar una huella de angustia en los ojos azules de aquella mujer que detrás del vidrio le miraba a la espera de una señal, que en 20 años nunca había llegado. Los ojos de Andrés se tornaron neutros y escondieron con magia el sufrimiento que querían expresar. Cuando el Metro salió para la siguiente estación, ya no hubo ojos, sólo lágrimas y recuerdos. Un extraño gozo se sintió en los pasillos y Andrés desapareció para siempre.
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