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martes, 1 de octubre de 2024

Profundo vacío

En el lugar que ocupó el deseo toda la noche se metió un profundo vacío al amanecer. Cada que hacían el amor, Lorenzo madrugaba angustiado y Mariana se sentía deshabitada. Llevaban ocho años sintiendo lo mismo y ocultándoselo al otro. Curiosamente, el despertador del celular de ambos estaba puesto a las 6:16 a.m. El sonido no los sorprendió porque ambos habían abierto los ojos una hora antes, dándose la espalda, sin mirarse y con la misma sensación extraña de todas las veces. 

Ella simuló querer agregar unos minutos más de sueño evasor. Él aprovechó para levantarse rápidamente y meterse a la ducha. Lo que seguía ya era casi un ritual. Lorenzo salía de la ducha, tomaba su teléfono para fingir hablar con dos o tres abogados de la firma, darles instrucciones y recomendar acciones mientras él llegaba "lo antes posible". Mariana se vestía rápidamente sin bañarse, se peinaba y se maquillaba un poco, pedía un Uber y se despedía rápidamente porque según decía: "el carro confirmó que en tres minutos llega". 

El resto de la mañana siempre era igual para los dos. Él llegaba a la oficina y ella al gimnasia donde trabajaba y ambos sentían la necesidad de un poco más "de algo" que o sabían qué era. Lorenzo tomaba café cada media hora y Mariana comía maní salado sin pausa. 

Era miércoles. Lorenzo siempre le decía a sus compañeros del despacho de abogados, que los miércoles eran los días ideales para tomar las decisiones más importantes. Después del almuerzo y de pensarlo desde el desayuno, decidió escribirle una nota breve, clara y contundente a Mariana. Abrió el WhatsApp y digitó: "La paradoja de estar contigo es que la felicidad de una buena noche se transforma siempre en un desconsuelo eterno". 

Mariana estaba dictando su clase de spinning. Cuando terminó, se sentó en la cafetería del gimnasio y leyó el mensaje. Volvió a sentirse desolada. Aunque lo dudó, respondió de inmediato con otra sentencia breve: "No es paradoja aquello que es lógico. La vida siempre es otra después de hacer el amor". 

Lorenzo acababa de entrar a otra de esas reuniones largas, tediosas y mal planeadas. Revisó el mensaje. Pensó para responder algo rápido y apeló a un emoticón de una cara avergonzada. A renglón seguido puso la frase de todos los miércoles en la tarde: "Nos vemos el martes en la noche en el apartamento, para la otra vida".