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sábado, 27 de septiembre de 2025

Lo dejó en visto

 Desde que la vio la primera vez quedó atrapado por su mirada profunda, su perfume frutal y sus sensuales pecas en el pecho. Trabajaban cerca y él se volaba de su oficina para darle saludos tan fugaces como la relación que alcanzaron a tener. 

Adriana había firmado hacía poco su divorcio. Se había refugiado en su trabajo como asesora y en su hijo, pero se sentía deshecha. Pasó semanas evitando los espejos, los recuerdos y las llamadas de sus amigos. Conoció a Juan accidentalmente en una tarde lluviosa, porque era cliente de uno de sus compañeros y como se movilizaba en moto, tuvo que  evitar el aguacero quedándose un rato en la oficina hablando con él. Ese día se hizo la magia.  

Aunque el gusto fue recíproco, los temores de ella fueron evidentes. Juan era un hombre más joven que ella, de sonrisa fácil y con una vida personal enredada. Las certezas de él salían de sus ganas de ordenar su vida y de los ojos de ella, cada que los tenía al frente. 

Hablaron poco y se miraron mucho. Charlaban de libros, de viajes y de canciones viejas. Se encontraron pocas veces y en momentos muy cortos, pero con efectos demasiado largos. Un encuentro casual, en otra tarde lluviosa, terminó en un beso deseado por ambos, pero al mismo tiempo aterrador para ella. Le pudieron más las culpas. Los dos temblaron. Para él fue un beso que lo llenó de ilusión; para ella fue una despedida acelerada.

No hubo tiempo para discusiones ni explicaciones; solo una distancia que creció sin palabras con el paso de los años. 

Una tarde, sin saber por qué, sentado en una librería, Juan abrió el chat del número que nunca había borrado y escribió: “Hola. No sé si todavía usas este número. Solo quería saber un poco de ti.”  

El mensaje se quedó ahí, suspendido en la pantalla como una confesión tardía. La señal en la pantalla de que ya lo había leído solo apareció tres meses después, en la madrugada de un jueves. Llovía a cántaros. Juan sonrío, entendió que lo dejaría en visto y recordó que Adriana lo inquietó a él desde el primer día.

lunes, 23 de septiembre de 2019

El expreso en el café

Alejandra cerró el cuaderno y lo guardó en su bolso, al lado del periódico y de los informes que había dejado pendientes para entregarle a su jefe a la mañana siguiente. Sabía que iba a ser una noche larga, revisando y corrigiendo los números de la empresa. Sintió que sudaba más de lo normal y que el tiempo se le acababa. Pidió otro café expreso. Encogió los hombros como dándole una explicación a alguien que estuviera sentado al frente de ella. Recordó la última tarde que había estado con Juan en ese mismo café. Se estremeció un poco. Estaba sola, tenía clase a las 6:00 y solo le quedaban cinco minutos. Decidió no entrar. También resolvió dejar las cuentas de la empresa como estaban. Se la pasó toda la noche en la misma mesa dando explicaciones con los hombros y tomando café.