martes, 30 de enero de 2018

En el diván

No podía creerlo. La misma chica rubia de cabello en cascada que él sentaba en sus rodillas cuando la adolescencia en explotaba su cuerpo era la misma mujer madura que ahora lo tenía acostado en el Diván tratando de encontrarle causas a su locura tardía de su cerebro otoñal.

No tuvo que contarle sus recuerdos de infancia. Tampoco tuvo que hablarle de sus antecedentes familiares. No hubo datos ni detalles; solo miradas y un pequeño quejido. Por primera vez en su vida, una sicóloga no le interpretó el pasado imposible. Se atrevió a soñarle el incierto futuro. 

lunes, 1 de enero de 2018

Perdido en el tiempo

Comenzamos a caminar por unas calles mojadas como nunca antes un primero de enero. La soledad, el silencio y el frío daban la sensación de estar en país nórdico; la preocupación nos mantenía en  nuestra ciudad, distinta y extraña, pero nuestra. Alcancé a contar 20 semáforos. El panorama no cambió. La preocupación aumentó. Desde que terminó la pólvora en la madrugada estábamos buscando a Simón, salió furioso cuando faltaban cinco para las 12. Al parecer, se perdió en le tiempo.     

lunes, 8 de mayo de 2017

Amor Fulminante

Esteban Jaime le insistió al médico que la cirugía debería ser lo antes posible. El dolor cada vez era más intenso, y aunque ya le habían advertido que la operación era de alto riesgo, no quería esperar más. El pecho no le daban tiempo.  El doctor Ramírez lo miró con cara de abogado que acaba de perder un litigio. "Yo preferiría esperar, para estabilizarle la presión y mirar unos nuevos exámenes", indicó el galeno, y añadió con cierta inseguridad: "pero si usted firma estos papeles, la hacemos el próximo lunes, entonces". De inmediato, llamó a su secretaria para que adelantara los trámites y para que recibiera el dinero en efectivo que había llevado el paciente en unas bolsas de plástico.  

El intenso dolor hizo que el lunes se demorara en llegar. No le avisó a nadie, y se presentó a la clínica en compañía de un amigo con cara de guardaespaldas de película italiana, que se quedó esperando  las noticias que el médico nunca trajo. Cuando lo entraban al quirófano, el infarto fue fulminante. La pena de amor era tan honda que su corazón estalló.

martes, 11 de abril de 2017

El Círculo de Fadil

Fadil decidió ser escritor porque la chica linda del barrio dijo alguna vez en una reunión del grupo juvenil que le gustaban los escritores. Él, que estaba a su lado esa tarde y que no veía cómo llamar su atención, concluyó que el camino era ese: escribir. No era bueno para bailar, mucho menos para beber y tampoco para trabajar. No tenía buena voz, no era alto, no tenía ritmo y tampoco dinero. Era tímido, tenía demasiado acné, no era capaz de sostener una conversación con una chica que le gustara y no era bueno para jugar al fútbol. A ella le gustaban los escritores y él se propuso serlo.

De la chica no volvió a saber nada. Le perdió la pista en esos años de juventud. Mientras él peleaba con la gramática, la ortografía y la sintaxis, ella decidió salir con uno de los muchachos que tenía el poder en uno de los combos de la época.  Hoy, ella lee sus novelas en silencio, tratando de buscar en ellas una chica del grupo juvenil. 

miércoles, 22 de febrero de 2017

Historia ajena

"Es una gran historia, déjame escribirla", le rogó el periodista con un evidente nudo en la garganta producto de la emoción con la que vivía el oficio. "Si quieres, la escribo acá en el portátil, la redacto bajo tu supervisión, tú la lees, le ponemos o le quitamos lo que tú quieras, y si no te gusta pues ya está, la borramos y no pasa nada. Déjame intentarlo, igual sabes que respetaré tu decisión", insistió.

La mirada inquisidora de quien fuera años atrás su compañera de pupitre no lo intimidó para emprender el trabajo sentados en una cafetería de la estación. Los dedos índice llevaron el ritmo de la escritura que no duró más de dos tintos. No fue fácil darle orden a la historia. Él, absorbido por el texto no se dio cuenta de que comenzaba a llover. 

Después de leer las dos páginas en las que Restrepo condensó lo vivido por ella en las últimas dos semanas le  lanzó un "no me gusta en absoluto" que fue lapidario. "Ya te dije que no quiero que esto se sepa, ni siquiera por intermedio tuyo".  

Restrepo sabía que por ética periodística no podía violar ese acuerdo con la fuente, y más tratándose de Tatiana. "No te preocupes, simplemente se borra y ya está", explicó él con cara de desconsuelo. Mientras pedían el tercer tinto de la tarde, ella lo miró por primera vez a los ojos como no lo hacía hace 12 años para decirle una de esas frases de ella que siempre le quedaban zumbando: "Entiéndelo, no es tu historia, es la mía".  


domingo, 1 de enero de 2017

Colapsó

En el despacho del director no cabían dos personas; al menos dos que pudieran considerarse "normales". Andy era muy alto, pero tenía una voz delgada, y sus lentes ocultaban la cobardía de quien respeta la autoridad solo por el cargo más no por el conocimiento, el tacto o el carisma de la persona que en ese momento lo increpaba por el error. El doctor López era dueño de un cuerpo voluminoso, una reputación de ogro y una petulancia fofa. Tanta, que la oficina se veía muy reducida para aquella reunión. 

"Seré breve", dijo el doctor López. Y prosiguió: "Este tipo de errores son los que llevan a una empresa al colapso. Voy a salir a almorzar y cuando regrese, no quiero verlo más por acá". 

Dos horas después, Andy, desde unos de los cerros tutelares de la ciudad, veía cómo la empresa se derrumbaba en pedazos sobre el carro del director, que venía ingresando justo en el momento de la explosión. López regresaba de almorzar pastas cargadas de espinaca. 

sábado, 23 de abril de 2016

Amor de ficción

El amor entre Diana y Julián se alimentaba de cuentos. Él, agente viajero que vivía entre aeropuertos y hoteles, le escribía ficciones en cada rincón del mundo en el que lo cogía la noche. Ella, destacada docente universitaria de física cuántica, imaginaba aquellas historias cada noche mientras miraba el mapamundi de su agenda y ubicaba su destino. Los cuentos de Julián estaban escritos a mano en hojas sueltas, en cuadernos sin ningún orden, al respaldo de volantes comerciales y en algunas servilletas. Él los escribía para Diana, pero ella le pidió que nunca se los enviara.  Imaginar sus textos, las situaciones que en ellos se planteaban y sus finales inesperados; incluso, imaginar a Julián escribiéndo para ella en un cualquier rincón del mundo era la forma que había escogido para alimentar a diario aquel amor de ficción. 

domingo, 3 de enero de 2016

la bibliotecaria y el lector

Seis horas después se levantó de la silla. Había terminado de leer la novela que la misma bibliotecaria, que no paró de mirarle toda la tarde, le había recomendado. Dejó el libro en la mesa y salió con un simple "gracias" en voz baja. Cuando se marchó, Bibiana simuló estar ocupada clasificando algunos libros nuevos y correspondió con un "con gusto" que sonó a susurro. Cinco minutos después, cuando hizo ronda para recoger los libros de las mesas, sin saber por qué, vio la novela abierta en la última página, la dejó allí, leyó la última línea y sintió un profundo alivio. "Porque los sentimientos tienen su lugar", decía. 

Desde aquella noche, cada que se sentaba a hacer sus oficios detrás del mostrador de la biblioteca alzaba la cabeza y miraba a la mesa con la impresión de que aquel lector que nunca volvió seguía allí sentado.