viernes, 2 de agosto de 2019

Amores oscuros

Se metió entre las cobijas y guardó el libro en un cajón del nochero. Pensaba que no verlo le permitiría alejarse de él y conciliar el sueño. Eran las 4 de la mañana. Cerró los ojos. En su mente apareció de inmediato el rostro de Adiela. Trató de retenerlo, pero el rostro se transformó en el de Andrea. Luego, ambas caras se sobreponían tratando de ser una misma. Recordó que con ambas había compartido poemas, cervezas y tardes de amor. Sintió felicidad y aflicción al mismo tiempo. Ambas emociones se sobreponían como la presencia en su mente de los dos rostros. Despertó abruptamente, asustado. Sacó el libro del nochero y retomó la página 118: "Los amores oscuros de la juventud". 

viernes, 3 de mayo de 2019

La bicicleta oxidada

Dejó la bicicleta en la entrada. Era muy temprano para hacer ruido y muy tarde para pedir perdón. Le dolía el alma tanto como las piernas. Se sentó en el mueble grande de la sala en medio de la soledad y allí esperó por horas. Solo se movía para cambiar de posición y para secarse los ojos con la manga de la camiseta. Lo asustaban los otros muebles vacíos, la cortina oscura, la foto de la familia completa que estaba detrás de él y un pequeño hilo de viento que se colaba por el resquicio de la ventana. Se cruzó de manos y piernas. Llegó la noche y luego muchas noches más. Sigue ahí, sin hacer ruido y poder pedir perdón, esperando. La bicicleta oxidada y con las llantas desinfladas en la puerta es la señal para el mundo del tiempo que él ha estado allí. 

sábado, 20 de abril de 2019

Un lápiz para contar


Entré al pequeño salón y todos se callaron. Se miraron unos a otros. Sabían que alguno de los presentes no seguiría vivo al final de la tarde. Yo ignoraba todo. Éramos 7: Juan, el dueño del.camión; Andrea, la chica de la tienda;  don Jorge, el dentista, los tres hermanos Gómez, carpinteros; y yo.

Afuera hacía frío y el viento agitaba los frondosos árboles de la plaza. En el resto del pueblo habitaba la soledad. Todos se habían ido, presas del terror. 

Uno de los hermanos Gómez, el menor, se llevantó  mirando el piso. Caminó un poco, me evitó y miró por la ventana. Los otros dos hermanos hicieron el mismo ritual. un rato después lo hicieron Andrea y don Jorge.  El dueño del camión no lo hizo. No hizo nada. Solo esperó.

El reloj marcó las 4 de la tarde. El menor de los Gómez me habló sin mirarme. "A usted le toca contar la historia", dijo. Y luego agregó: "llévese el camión, hasta donde la gasolina le alcance". Así lo hice. Después caminé y busqué un lápiz.  

viernes, 19 de abril de 2019

El viejo del bar


Nos quedamos en silencio unos minutos. Miré el reloj de la torre de la iglesia. Eran las 11 y 17 de la mañana. El bar estaba vacío. El pueblo también. Después del silencio prolongado aparecieron unas lágrimas que estaban contenidas. El viejo lloraba unas penas acumuladas durante años y yo lavaba mis culpas frente a él.

Ver llorar a un viejo es una sensación terrible, sobre todo cuando te sientes culpable culpable de su tristeza.

Dos horas después, el viejo se fue gimiendo por el callejón solitario que conducía al parque del pueblo. Nunca volvió. Yo me quedé sentado frente al bar, esperando a que lo abrieran para embriagar mi llanto. Nunca lo abrieron; el viejo se llevó la llave.

lunes, 8 de abril de 2019

Un amor muerto de hambre

Se encontraban siempre a la salida del trabajo. Andrés salía más temprano y la esperaba un rato mirando vitrinas y antojándose de cosas que nunca iba a comprar. Susana llegaba cada día unos minutos más tarde que a él se le volvieron poco a poco horas de tedio. Él insistía en invitarla a su apartamento a cenar algo ligero. Ella era rápida para evadir la invitación con excusas que eran poco creíbles. Así fueron pasando citas, idas a cine, tomadas de cerveza y encuentros eventuales con amigos de la oficina de ella y compañeros del barrio de Andrés. Siempre salieron acompañados. Era como un ritual. Ella nunca le aceptó la invitación a cenar. Poco a poco el amor de Andrés por Susana se murió de hambre.
   

lunes, 1 de abril de 2019

Calor y frío

La fría noche de aquel barrio apacible se le metía por el resquicio de la cobija, mientras el calor de su cuerpo subía gracias a la evocación de la imagen de ella, que ya estaba grabada en su mente para siempre. La pensaba y añoraba, mientras ella dormía y soñaba con lucir hermosa para otro. Ella, su foto, sus ideas, sus estados, sus curvas, sus sueños, su distancia, su indiferencia... Todo junto, reunido en una sola noche. 

jueves, 1 de marzo de 2018

A rueda

Se iniciaron en el ciclismo como un hobbie. Con el pasar de las rodadas, lo convirtieron en una práctica diaria. Lo hicieron su estilo de vida, pero ambos eran extremadamente competitivos. Felipe, empezó a ganar las clásicas para recreativos. Juliana hizo algunas carreras en los circuitos nacionales de pista.  Llegaron los títulos para ambos, y nunca más volvieron a rodar juntos.  Felipe le dijo que a ella era difícil seguirle el ritmo; porque a veces era iracunda, otras veces autoritaria, algunos días temeraria, y de vez en cuando arbitraria. 

martes, 6 de febrero de 2018

Recuerdos peligrosos

Mientra sorbían lentamente aquel café, el último que tomaron juntos, recordaron todas las veces que estuvieron a punta de matarse: la pelea en el hotel de Nueva York cuando fueron de vacaciones a conocer la nieve y él se pasó de copas, la tarde en Buenos Aires cuando ella le descubrió en el celular una infidelidad llena de emoticones, la noche en Quito en un auto alquilado cuando ella lo amenazó con irse y él aceleró conduciendo como loco, y el día en que él le contó que se iba a Roma con Claudia supuestamente a trabajar en un proyecto fotográfico y ella enfurecida intentó herirlo con un cuchillo. El café no alcanzó para más recuerdos. Ya en el avión, en la soledad de un vuelo Bogotá-París sin tiquete de regreso, él  repasó las veces que con ella casi se muere de la risa.