- "Tienes que
creerme", insistió Oscar. "Te he contado tres veces lo que pasó y no
me crees", agregó, mientras caminaba con ella hacia la playa.
- "Este habla por
hablar", pensó Valeria con la mirada puesta en el infinito.
- "Es como te lo conté. Yo
estaba ahí y lo vi con mis propios ojos; que tú no me creas es otra cosa",
agregó Oscar mientras se rascaba la punta de la nariz.
Se quedaron callados esperando simultáneamente
un apunte del otro. Se miraron fijamente. Ella pensó que a pesar de lo
ocurrido, todavía seguían siendo pareja y estaban juntos, y eso era lo
importante. Miró hacia la izquierda y vio cómo se juntaban el mar y el cielo en
el infinito. Él solo repasaba en su mente lo que había visto, escena a escena,
para insistirle a ella en su versión.
- "Te lo puedo jurar. Fui
a preguntar por ella solo porque me habían dicho que era la única que podía
ayudarme a desenredar lo de la cuenta de cobro. Sé la prevención que tienes
contra ella, pero necesitaba solucionar ese tema. Por eso fui. Cuando llegué y
vi lo que vi, me quedé pasmado. Me petrifiqué y dudé un momento. Ese fue mi
error", continuó Oscar.
Valeria suspiró incrédula.
Sintió en su rostro el viento que venía del mar. Cerró los ojos por un minuto
hasta que volvió a escuchar la voz de Oscar insistiendo en el "tienes que
creerme" que le había dicho tantas veces en los últimos años.
- "Te juro por lo más
sagrado que yo no le insinué nada. Te lo repito: ella estaba sola en esa
oficina. Se subió un poco la falda y se abrió el escote de la blusa".
- "No insinuaste, pero
hiciste", murmuró Valeria mientras seguía absorta mirando hacia el
mar.
- "¡Que no!, mujer por
Dios. Ella tenía todo preparado. Si miras bien la foto verás que solo me
acerqué un poco y que tengo cara de desconcertado. Es lo único que se ve. Lo
demás es una película que ella se inventó con maldad para acabar con lo
nuestro, y tú caíste en su juego", afirmó Oscar con total seguridad.
Durante casi dos horas, Oscar
continuó expresando sus argumentos mientras Valeria, sentada en la playa,
decidió escuchar solamente el viento que venía del mar. "El viento",
se dijo a sí misma, "sopla donde quiere y siempre dice la verdad".
Oscar la miró tan absorta, que prefirió no seguir insistiendo y se retiró
caminando despacio sin saber a dónde ir. Han pasado cinco semanas, ella sigue
en la playa mientras él deambula por los rincones del pueblo tratando de
encontrar a quién contarle su verdad.