Ya casi era la hora del
almuerzo. Gabriel había llegado muy temprano a la oficia , se había concentrado
en sus tareas y tenía un aspecto terrible. Se veía enfermizo y
descuidado.
Por sexta ocasión en el día se
levantó para ir a la cocineta por un café. Se volvió a sentar, revisó el
WhatsApp, respondió dos mensajes, miró el computador, le puso el valor a la
nueva propuesta comercial y se la envió a todo su equipo, cambió el cactus de lado, organizó los
libros, imprimió una carta y la firmó, miró por la ventana y se quedó
ensimismado por varios minutos. Lo hizo todo, menos mirar a Carolina, que había
estado pendiente de todas sus acciones con la misma pregunta de siempre dándole
vueltas en la cabeza.
Jorge entró a la oficina,
saludó formalmente y se dirigió a Gabriel con un tono imperativo, con la idea
de que también escuchara Carolina:
- “La verdad no sabemos qué
está pasando en esta área, pero los resultados han sido realmente malos en los
últimos meses. Revisen por favor las estrategias, sean más creativos y sobre todo,
manténgannos informados. Ustedes son muy buenos en lo que hacen, así que no
aflojen. Ah y recuerden que el informe sobre las ventas de este mes me lo deben
enviar esta misma tarde”.
Gabriel, que no había
determinado a Carolina en todo el día, la miró por primera vez. Le concedió una
leve sonrisa que fue más una mueca. Se puso de pie y se fue al baño. Ella era
la única persona en su vida con la que hablaba abiertamente, solo cuando él
quería, aunque la mayoría de las veces eran diálogos de sonrisas, señas y
música sin palabras.
Cuando regresó volvió a
sentarse en su pequeño mundo. Carolina clavó la mirada en él unos minutos,
tenía sus ideas claras y un torbellino de emociones por dentro, y esperó
pacientemente hasta que él se dio por enterado y se giró un poco hacia ella.
Tenía una mano en la mejilla y un gesto adusto, se muy veía irritado e hizo una
cara de "déjame tranquilo".
- “Sabes que lo único que
quiero saber es por qué”, dijo ella, mientras reflexionaba por las actitudes de
él los últimos dos meses.
Gabriel entró en su habitual
modo automático. Se puso sus audífonos y siguió allí sentado, infeliz, mirando
la pantalla de su computador y esperando consumirse con su jornada laboral. 15
minutos después, se quitó los audífonos, se puso de pie, tomó su maletín, miró
a Carolina que seguía esperando la respuesta y se dispuso a salir.
- “Sabes que no te responderé.
Lo mejor será que sigas viviendo en la superficie de las cosas”, le dijo con
voz suave. "Y recuerda que el informe es para esta tarde". Fue hasta
la oficia de Jorge, le entregó la carta, salió solo a almorzar y nunca más
regresó.