Danny se sentó frente al escritorio de la
habitación del hotel. Tomó la carta que había empezado para Helena. Releyó lo
que ya había redactado y sintió que solo le faltaba un párrafo concluyente.
Tomó el bolígrafo, una hoja en blanco y trató de terminar así:
“Nunca imaginé que el amor doliera de esta forma…”,
comenzó.
Repasó la frase mentalmente, le pareció un lugar
común y la tachó.
"Es cierto que el amor es un salto al
vacío...", volvió a iniciar. Cuando iba a tachar esta idea, tuvo que interrumpir
para atender el celular. Era Luisa. Habían quedado de verse hacía dos días,
pero él le había vuelto a quedar mal. Esta vez, se había inventado como excusa
una cita urgente con un editor nuevo para cancelarle a ella con un frío mensaje
de WhatsApp unos minutos antes de la hora del encuentro.
- "¡Aló, Luisa!", contestó. Y se dirigió
al balcón.
- "Hola"
- "Debes estar furiosa y lo entiendo, pero
como te dije la última vez que nos vimos en Cartagena, los escritores somos
así, nos desaparecemos para buscar las historias".
- "Pues solo llamé a decirte que tú y tus
historias ya no me importan. Solo era eso".
Luisa colgó y Danny sintió más alegría que pena. Desde el balcón del piso
9 miró la ciudad que se extendía hacia abajo y volvió al escritorio para tratar
de retomar.
"Es cierto que el amor es un salto al vacío y
el nuestro lo fue en su momento. Ambos disfrutamos la adrenalina, el vértigo y
la emoción de algo tan intenso que parecía eterno; pero que después de estos 12
años no fue así. Cada historia de amor es única y la nuestra lo fue, pero no
logramos perpetuarla. Gracias por todo y por tanto. Un beso. Danny".
Repasó lentamente. Algo no encajaba en el texto,
pero en ese momento no sabía qué. Esta vez lo interrumpió el teléfono de la
habitación.
-"¿Aló?"
- "Don Daniel, de acá de la recepción. Vino a
buscarlo la señora Helena. Dice que usted la está esperando".
- "Claro, claro", respondió extrañado y
con sorpresa. "Dígale que por favor suba".
- "Con gusto, don Daniel".
Dejó el medio párrafo sobre el escritorio y corrió
a mojarse la cara. Entró al baño, se miró al espejo y descubrió que estaba
sudando. Se arregló el cuello de la camisa y se echó un toque de loción. Cuando
sintió el taconeo de Helena en el pasillo abrió la puerta de la habitación. La
miró acercarse y la leyó entre furiosa y decidida, aunque ella llegó como si
nada hubiese pasado.
Notó que Helena venía vestida con una falta corta,
poco habitual en ella, y una camiseta blanca ceñida, de las que usaba
siempre. Tuvo la tentación de saludarla, de abrazarla o darle un beso
pasional, pero le pareció que todo esto ya carecía de interés. Solo atinó a
invitarla a seguir.
- "Solo espero que no tengas a una de esas
amigas tuyas escondidas en el baño o en el closet de esta habitación,",
dijo ella con tono irónico.
- "El problema no soy yo ,Helena. Son tus
fantasmas; siempre lo fueron. Cuando no aparecen tú los andas buscando".
- "Pues mis fantasmas nunca me han
traicionado. Y te soy sincera, prefiero estar con ellos que con un monstruo al
que desconozco después de haberlo amado tantos años", afirmó Helena.
- "¿A eso viniste?, ¿a continuar con lo
mismo?, ¿no crees que ya fue demasiado?", replicó Danny.
Helena guardó silencio. Repasó visualmente la
habitación y caminó lentamente hasta el escritorio. Le llamó la atención la
hoja con el medio párrafo manuscrito y lo leyó en voz baja.
- "¡Un salto al vacío!"... vea usted. En el
que uno al final se da duro contra el suelo. Déjame decirte que es una metáfora
floja y muy lugar común, yo cambiaría esa frase. ¿Es algo para tu nueva
novela?"
- "Por supuesto", dijo Danny. Es la parte final de una especie
de carta con la que se cierra la novela, o con la que se abre, aún no lo
sé.
- "Patético", calificó ella.
- "¿Por qué en vez de criticar no propones algo menos pa-té-ti-co y
menos lu-gar co-mún?"
- "Yo empezaría el párrafo con una frase más original” sentenció
ella mientras se dirigía a la puerta de la habitación. Con algo como: "Nunca
imaginé que el amor doliera de esta forma...".
Abrió la puerta y agregó: “Y le pondría al
principio una especie de destinataria directa, algo como: mi muy amada
Luisa".
Helena sacó de su cartera un sobre, lo tiró al piso
de la habitación y mientras se dirigía al ascensor, gritó:
- "Y relájate Danny. Entre escritores nos
entendemos, pero mientras buscas tus historias ten cuidado con dejar salir
tus personajes".