martes, 5 de abril de 2022
Otra noche de insomnio en el hotel
sábado, 2 de abril de 2022
Los planes inundados
Fue una conversación que vació todos los recuerdos del pasado. Se habían encontrado por casualidad a las 4:00 de la tarde cuando Isadora entró al café con su jefe para tomarse un tinto antes de irse para su apartamento. Vicente estaba allí desde las 2:00, se había tomado dos expresos y ya iba en la mitad de la revisión de un texto que estaba corrigiendo y que nunca terminó. El café cerraba a las 10:30 p.m. y todavía les quedaban dos tragos de vino en la botella, ninguna historia por contar y muchas explicaciones por entregar de parte y parte. Justo en ese momento aparecieron los silencios.
Para Isadora había solo dos opciones: desaparecer o asumir que el tinto con el que cerraba la jornada todos los días jugaba a su favor por primera vez en siete años. Para Vicente la situación estaba más clara: su curiosidad de ahora era más fuerte que sus miedos de siempre. Ella hablaba con los ojos e insinuaba con sus sonrisas; él sacaba todos sus interrogantes con las manos mientras la miraba con sutileza. Vicente se ofreció a llevarla, pero Isadora se negó. La culpa que tenía guardada en su piel y que había heredado de la férrea formación católica de sus padres la atacó repentinamente. Los silencios fueron mayores.
Cuando salieron a la calle, los recibió un fuerte e inesperado aguacero. Bastó una última mirada para entender que los planes imaginados por Vicente habían quedado inundados.
jueves, 24 de marzo de 2022
Valentina por valiente
Nicolás no la llamaba hacía más de ocho días. Valentina esperaba impaciente, pero sin dramatizar su desesperanza, porque en el fondo también amaba sus silencios. Abril estaba o escasas hojas en el calendario. Faltaba poco para la Semana Santa y, como siempre pasaba con él, no había hecho ningún plan. Miró el reloj, eran las 9:00 p.m. Prendió el televisor y ya el reality había terminado. Se sirvió una copa de crema de ron mientras revisaba los mensajes.
Se aferró al recuerdo de la última vez que se vieron. Fue algo especial por el frío, porque fue en la mañana y porque la conversación versó sobre temas complejos. Estaba segura de que no la iba a llamar, pero aún así no le quitaba la vista al teléfono. Mas que amar a Nicolás, amaba su lado oscuro, su indecisión, su humor negro e irónico, su fanatismo irracional con algunos temas y su estado emocional impredecible. Adoraba sus defectos y todo lo que no sabía de él. Entendía el amor como un acercamiento a los desconocido.
Cuando terminó el tercer trago sintió que la cabeza le daba vueltas. Tomó el teléfono y decidió honrar el nombre que su madre le había puesto. Valentina por valiente, le explicó alguna vez doña Carmenza. Cuando escuchó la voz al otro lado de la línea, titubeó para hablar, pero respiró profundo y dijo la frase que le cambiaría para siempre su relación con Nico: "Soy Valentina y estoy decidida. Necesito su ayuda urgente". A las 7.00 a.m. del día siguiente entró al consultorio de la doctora por primera vez.
viernes, 2 de abril de 2021
Dora a las 10:00
Llevaban cuatro días sin salir del apartamento de la calle 54. Juan Ignacio había agotado sus historias y sin darse cuenta repetía algunas solo para no caer preso en las preguntas capciosas que a veces María Belén le disparaba. Ella lo escuchaba sin interrumpir y aunque ya conocía los finales siempre soltaba una carcajada natural que le permitía a él alimentar su ego. Entre cuento y cuento, le interpelaba con interrogantes que él volvía a evadir para comenzar otra larga historia. La repetida inquietud de "¿cuándo es que me vas a contar tu rollo con Dora?" quedaba en el aire. Los blackout enrollables se mantenían abajo haciendo que todas las horas parecieran de noche.
El café en exceso no le ayudaba a Nacho a aclarar sus ideas cada vez más turbias. Cuando se enredaba, María Belén aprovechaba para volver con sus dudas. La respuesta siempre era un silencio prolongado, el inicio de una historia ya contada, una mirada al techo, una llamada telefónica para pedir un domicilio, un capítulo nuevo de una serie o un nuevo momento íntimo en las tinieblas del apartamento en el piso 16. Dora vivía en el 18 y era amiga de María Belén desde hace seis años cuando se conocieron en el gimnasio. Nacho la conocía hacía desde mucho tiempo atrás.
Pasaron dos días más hasta que se agotó el café. Ignacio miró la hora. Eran las 9:56 p.m. No quiso pedir un domicilio y ante una mirada atónita de Belén, tomó las llaves y dijo que regresaba en un momento. Iba por café a la tienda del primer piso, le dijo. Después de que se subió al ascensor todo fue un rollo. Eran las 10:00.
martes, 23 de febrero de 2021
Palabras y sonrisas
Una sonrisa le copó todo el rostro a Luciana. Aunque las palabras de Paulo no habían sido ni un cumplido ni un piropo, las asumió como tal. Ella era demasiado apuesta para fascinarle a él, un hombre práctico, de escasos recursos verbales y poco soñador. Paulo solo le hizo una observación sobre el vestido corto que llevaba, que le pareció pertinente porque empezaba la época de lluvias. Él estaba seguro de que no le había dicho ningún embuste, que su intención era solo de servicio y que sus palabras no llevaban el propósito de agradarle o buscar su aceptación. Ella lo entendió y lo asumió diferente. Su mirada coqueta así lo evidenciaba.
Paulo abrió el paraguas y le ofreció su brazo para cruzar la calle. Luciana se aferró con fuerza y le habló con sutileza. Tenían que sortear los seis carriles de la Avenida, el tráfico era alto y en Medellín ningún conductor de vehículo respeta las cebras peatonales. Venían de la reunión con el cliente, a solo tres cuadras del hotel donde se alojaba Luciana, y donde Paulo había dejado su carro. Por eso decidieron caminar. Cuando llegaron al otro lado de la calle, ella lo miró fijamente, esperando que tomara la iniciativa. No lo hizo. La dejó en la puerta del hotel, se despidió con diplomacia y se fue rápidamente al parqueadero por su carro. Durante varios días, Luciana se quedó sin palabras.
miércoles, 27 de enero de 2021
El libro en el consultorio
Danna comenzó a
recordarlo con fuerza a raíz de un libro que ojeó en el consultorio
odontológico mientras esperaba su cita para la extracción de su última muela cordal.
Le llamó la atención de entrada que Lisa, la protagonista de "Bajo el
cielo de Dublín", era diseñadora gráfica como ella, y que abandonó todo
por el amor de Antón, como ella en su momento por el de Emilio. No sabía de él
desde hacía cinco años, cuando en una discusión sin sentido, en un arrebato, se
armó de un valor racional, decidió terminar la relación e irse a vivir a Bogotá
aceptando una oferta laboral no muy buena.
En cinco años había pasado por tres empresas y desde hace seis meses se había independizado para trabajar como freelance. Le gustaba trabajar en la noche y aprovechaba el día para ir al gimnasio, cosa que nunca antes hacía, para visitar a sus clientes y para disfrutar la ciudad. En los días siguientes a la cita, por recomendación del odontólogo, permaneció inactiva en el apartamento. El tiempo se le hacía largo y los recuerdos afloraron en mayor cantidad. Pensó que encontrar ese libro había sido una casualidad, pero recordar a Emilio no.
Una semana después retomó sus actividades normales y decidió no darle más vueltas al tema. Se le estaba volviendo una obsesión. Salió del gimnasio después de un entrenamiento fuerte decidida a hacer algo urgente. Cruzó el puente peatonal sobre la Avenida y entró a la librería. Necesitaba saber qué había pasado con Lisa.
martes, 19 de enero de 2021
Es mejor que no te quedes
miércoles, 13 de enero de 2021
La dueña de los libros
Entró al bar, eligió la última silla de la barra, se sentó, se quitó la chaqueta, templó la voz, le pidió una Corona a Luis, sacó un libro de la mochila y se dispuso a leer. "Pasado perfecto" de Leonardo Padura, una novela negra que le había regalado Lucía. Pasó una hora y apenas logró darle dos sorbos a la cerveza. Estaba inmerso en el texto. Luis le trajo unas crispetas, las descargó sutilmente, y con cierta timidez le interrumpió la lectura para preguntarle si quería otro trago. "Cualquier ron. Solo con hielo. Es hora de cambiar", dijo Giovanni, sin quitar la mirada del texto. Era su quinta visita al bar en dos semanas, el tercer libro que Luis le veía, y la primera vez que pedía un segundo trago en la noche.
El resto de la historia ya lo conocían en el bar. Leyó otros 50 minutos, miró el reloj dos o tres veces, se levantó de la silla, cerró el libro, lo metió a la mochila, se puso la chaqueta, se tomó el ron de un solo envión y pagó la cuenta con un billete de 50.000. Como de costumbre, con un gesto sutil de la mano le indicó a Luis que dejara la devuelta de propina. Esta vez fue mucho menos, por el valor del ron. "Hoy tampoco fue el día. Ya son las 9:00 y hoy tampoco vendrá", dijo antes de salir. Cuando se marchó, Luis se metió de lleno en su trabajo, sin dejar de mirar a ratos la última silla de la barra. Tenía la sensación de que alguien seguía allí leyendo toda la noche, esperando a la dueña de los libros... que nunca vendrá.
viernes, 8 de enero de 2021
Compartir almohada
Alesssandro siempre creyó que el secreto de los sueños estaba en las almohadas. Lo leyó en un poema de Benedetti. Creía ciegamente en esta idea. Tenía más de 40 almohadas en su apartamento y era capaz de anticipar el sueño que tendría según la que usara.
Las almohadas siliconadas le hacían soñar con visitas, las de material viscoelástico eran para los sueños lúcidos, las de plumas las usaba cuando quería sueños dulces, las de fibra lo llevaban a sueños profundos difíciles de recordar, y las de gel le provocaban sueños premonitorios. Durante los 15 años que vivió en su apartamento de soltero, cada noche escogió sus sueños.
En navidad, Alessandro le propuso a Gabriela irse a vivir juntos. Su regalo fue una argolla. Ella aceptó sin dudarlo y se mudó dos días después, con la idea de recibir el año juntos. Desde entonces, Alessandro sufre de insomnio. Desde que ella llegó, él no puede escoger la almohada a su gusto. La decisión tiene que ser consensada. Nunca se imaginó que compartir la almohada implicaría compartir los sueños.
martes, 15 de diciembre de 2020
Las 11 menos 3
domingo, 22 de noviembre de 2020
La carita triste
Santiago tiró la puerta de la oficina. Sabía que tenía poco tiempo. Carolina saldría del hotel a las 10:15 a tomar un taxi para ir a reunirse con sus amigas y él quería llegar justo antes de ese momento para sorprenderla. Eran las 9:52 en el reloj del carro; las 9:55 en el del celular. Cada que estaba de afán maldecía tenerlos descuadrados. Salió del parqueadero sin despedirse de Orlando, el portero, que siempre lo atajaba con un comentario futbolero. Afuera llovía fuerte. Estaba relativamente cerca, pero debía atravesar la zona rosa y le preocupaba encontrar un tráfico pesado.
Hacía casi un año que no se veían. La última vez fue en el apartamento de ella, antes de que se fuera a vivir a Argentina. Aunque pareció una despedida para siempre, nunca perdieron el contacto gracias a las redes sociales. Toda la tarde hablaron por WhatsApp. Santiago le contó de su gran cantidad de trabajo y del proyecto que tenía que terminar esa noche. Carolina le habló de sus diligencias en el día, de la noche con sus amigas y del vuelo de regreso al día siguiente en la mañana. Había sido un viaje intempestivo para solucionar dos asuntos puntuales. "Estamos tan cerca, pero tan lejos", le dijo ella en el último mensaje, a las 9:36 p.m. y él le respondió con un emoticón de una carita triste.
Santiago manejó lo más rápido que pudo, pitó más que de costumbre, se robó un semáforo en rojo y pensó en la posibilidad de volverla a ver justo ahora que tenía el corazón clarito. Subió por la 87 y giró a la derecha. Cuando estaba a dos cuadras miró por última vez el teléfono, pero no había más mensajes. Eran las 1:12 en el reloj del carro. Aceleró raudo los metros que faltaban. La vio saliendo por la puerta del hotel. Vestía la chaqueta que él le había regalado en la última navidad y tenía un paraguas gigante. Frenó casi frente a ella, pero no paró. Pasó lentamente, la miró y siguió de largo. En la esquina frenó para mandarle otra carita triste.
sábado, 1 de agosto de 2020
Tiquete de ida
sábado, 18 de julio de 2020
Las 10:03 en el reloj de la pared
viernes, 3 de julio de 2020
La llamada en el jacuzzi
domingo, 28 de junio de 2020
El reportaje del domingo
sábado, 20 de junio de 2020
Una llamada de control
lunes, 15 de junio de 2020
la imagen del altar
martes, 9 de junio de 2020
Un brindis académico
martes, 2 de junio de 2020
Incomprensiblemente fantástica
domingo, 24 de mayo de 2020
Salud por Sócrates
martes, 19 de mayo de 2020
Volvió a llover
jueves, 14 de mayo de 2020
310 cuadras
sábado, 9 de mayo de 2020
Tema para rato
domingo, 3 de mayo de 2020
La sonrisa de Katia
miércoles, 29 de abril de 2020
Infierno entre rones
sábado, 25 de abril de 2020
Caída libre
domingo, 19 de abril de 2020
Merlot amargo
martes, 14 de abril de 2020
Engañados
viernes, 10 de abril de 2020
Páginas faltantes
sábado, 4 de abril de 2020
Samuel era un chiste
martes, 31 de marzo de 2020
La rutina
domingo, 29 de marzo de 2020
Amor tal
miércoles, 18 de marzo de 2020
La angustia acogedora
miércoles, 4 de marzo de 2020
Noche de Preguntas
miércoles, 26 de febrero de 2020
La ley del encanto
lunes, 24 de febrero de 2020
la novela inacabada
jueves, 20 de febrero de 2020
La carta del martes
miércoles, 19 de febrero de 2020
Círculo vicioso
Afuera se vivía una especie de carnaval. Un grupo afro bailaba, cantaba y saltaba ante la indiferencia, solo aparente, de la demás gente. Claudia le dio la vuelta al escritorio y salió. Ella quería estar afuera y no ahí sentada, como lo estuvo tres horas, escuchando hablar a un hombre que se le había convertido en un círculo vicioso.